El 21 de
agosto de 1911, el carpintero Vincenzo Peruggia robaba La Mona Lisa del Museo
del Louvre. Peruggia esperó escondido en una bodega del museo para sustraer el
lienzo del salón Carré, lugar donde se exponían las obras del
Renacimiento.
Vincenzo
conocía bien los sistemas de seguridad de la época, ya que un año antes había
sido el responsable de instalar las cajas de vidrio que protegían las piezas
más valiosas del museo. La noticia fue un gran escándalo a nivel mundial, tanto
es así que la Policía repartió seis mil fotografías de la obra y destinó
a más de sesenta detectives para encontrarla.
Finalmente,
el cuadro apareció dos años y cuatro meses después, cuando Peruggia intentó
vendérselo a un comerciante de arte italiano, propietario de la famosa Galería
Uffizi, quien informó a las autoridades.
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