sábado, 19 de octubre de 2013

EL ÚLTIMO DESNUDO DE MARILYN



Hay mujeres que huelen a alcohol por las noches. A alcohol mezclado con perfume. Marilyn no sólo usaba el Chanel nº5 que ilustra la mayoría de sus anécdotas; en la última etapa de su vida también llevó Joy de Jean Patou, y Rose Geranium de Floris. Probablemente esa noche, junto a la piscina, llevaba uno de ellos. El ambiente olía a cloro, a encaje, a ganas de que la noche no terminara nunca. A perfume empolvado, quizás. "Su piel mojada brillaba, su sonrisa era provocativa... y la curva de su espina dorsal complementó las suyas", recuerda el fotógrafo Lawrence Schiller.
Ella estaba junto a la piscina donde se rodaba la película inacabada 'Something's got to give' (1962) y, de repente, se quitó el bañador. "Nadie se lo pidió", recuerda Schiller, "pero sabía que eso le iba a garantizar que la llamaran de nuevo". Antes de ese momento, Marilyn Monroe llegó a decir: "pensar que la gente va a mirarme me hace sentir menos sola». Y así se escribió su historia.
Schiller ya la conocía. Habían trabajado juntos en el set de 'El multimillonario' (1960) pero no fue lo mismo. "Ya eres famosa, ahora vas a hacerme famoso", dijo el fotógrafo a la rubia, mientras discutían qué fotos hacer. "No seas tan arrogante," bromeó ella, "los fotógrafos pueden ser reemplazados fácilmente".
Schiller trabajaba para Paris Match. En su primer encuentro él era un novato; dos años después ya tenía experiencia con las celebrities ("aunque ella sabía más de fotografía que yo"). Pero nunca pensó que aquello lo cambiaría todo: Dos semanas después, Marilyn apareció muerta. Sin saberlo, aquello fue su última sesión profesional con un fotógrafo, su último rodaje. Su último desnudo.
El resultado de ese encuentro se muestra ahora en la galería valenciana Kir Royal, después de haberse descubierto en Madrid. La primera parte de la exposición habla sobre Marylin e incluye 15 obras en diferentes dimensiones; la muestra se completa además con la sección América y los 60, que presenta 31 fotos más que retratan a estrellas como Paul Newman, Clint Eastwood, Walt Disney, Bobby Kennedy o Barbara Streisand. Pero Marilyn lo inunda todo. "Era el sueño de todo fotógrafo. Le sacaba la sonrisa a los hombres cuando contoneaba las caderas mientras caminaba", dice. También, que con ella "cada fotografía era distinta" y que su alegría contagiaba.
Ese dato es, quizás, uno de los más interesantes. Los últimos días de Marilyn suelen vestirse de pastillas y pelo revuelto, de ansiedad, inseguridades y depresión. "La verdad, no había ningún indicio que me hiciera pensar que ella tuviera problemas". Su decisión de quitarse el bikini junto a la piscina también iba en esa dirección. Cuentan que la productora, la Fox, sólo quería promocionar a Elizabeth Taylor y esa fue su reacción para acaparar protagonismo. Tenía ideas de futuro. De regresar una vez más. "Marilyn quería sobrevivir". sentencia.
Además del desnudo, Schiller realiza un recorrido por el inicio del rodaje, el backstage, su camerino, su casa, su coche... De hecho, su relación continuó y el fotógrafo habló decenas de veces con ella. El mismo día de su muerte, el 4 de agosto de 1962, acudió a su casa para que le aprobara unas fotografías de aquel rodaje. Pero no quiere hablar de eso. Prefiere centrarse en la mujer que él conoció al borde la piscina: "Sabía cómo ser adorable y deseada".
Schiller, con 77 años, es consciente de que el mito de la ambición rubia le perseguirá siempre. "Murió muy joven... pero quiero pensar que si se hubiese hecho mayor nadie la recordaría así de bien". Con la espalda al aire, tan larga como las noches a su lado. "Con brillo en los ojos".

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