Hemsworth es un superhéroe que cumple todos los requisitos: alto, guapo, musculoso, rubio, honesto y muy, muy fuerte. Una perfección a la que le falta un poco de personalidad, algo que le sobra a Hiddleston, uno de esos actores especialistas en robar escenas a los protagonistas.
Y Thor: The Dark World, que llega mañana a las pantallas de medio mundo, no es una excepción.
Esta segunda aventura del superhéroe de Marvel supera a la primera en espectáculo y diversión, pura y dura. Si lo que se busca es un guión profundo y complejo, mejor abstenerse. Pero si la idea es pasar un buen rato y amortizar el premio de las entradas, se logra con creces.
La mezcla de los mundos espaciales en los que vive Thor -nada menos que nueve- con la realidad en la que se encuentra su amada Jane -una Portman que no se esfuerza demasiado en meterse en su personaje- permiten a Alan Taylor, curtido en la dirección de episodios de "Games of thrones", construir una entretenida historia interplanetaria.
Jugando con el desconocimiento científico de la mayoría de los mortales, "Thor: The Dark World" navega por una historia que juega con la gravedad, los pasos entre mundos, la mezcla de leyendas y la fuerza de algo llamado Eter, que ni sabemos lo que es ni la película pretende que lo entendamos.
Porque el único objetivo de este filme, como lo son los de superhéroes, es convertirse en un buen espectáculo y generar el suficiente atractivo para que el espectador quiera ver más aventuras, lo que permite rentabilizar los personajes.
Eso lo consigue a la perfección, con un juego de bromas y humor que ha copiado de otra de las sagas de Marvel, la de "Iron Man". Y aunque le falta la ironía de Robert Downey Jr., lo compensa con la desfachatez de Tom Hiddleston, que da vida al malísimo Loki, hermano del buenísimo Thor.
Hiddleston juega al despiste con elegancia y proporciona los mejores momentos de la película. Quizás sea el momento de plantearse darle su propia saga.
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