lunes, 2 de diciembre de 2013

COLOMBIA VIVE UNA RELACIÓN DE AMOR Y ODIO CON PABLO ESCOBAR

Colombia vive una relación de amor y odio con Pablo Escobar

Este dos de diciembre se cumplen 20 años de la muerte de Pablo Escobar, quien llegó a ser el mayor narcotraficante del mundo; sin embargo, su recuerdo parece estar más vivo que nunca en Colombia, donde muchos lo consideran un monstruo pero otros aún lo veneran como a un santo.
El barrio de Medellín que reivindica orgulloso su nombre, es sin duda el sitio más obvio para empezar a tratar de entender la contradictoria relación de amor y odio que se vive en Colombia respecto a Escobar.
Lo de "monstruo" es facilmente comprensible: según los cálculos más conservadores, a lo largo de su carrera criminal Escobar fue responsable de al menos 4.000 asesinatos y libró una guerra sin cuartel en contra del Estado.
Para ello mandó a matar a rivales, políticos, jueces y periodistas, ofreció recompensas por cada policía asesinado y no dudó en dinamitar aviones de pasajeros y edificios públicos, abaratando como nadie el precio de la sangre y marcando con el recuerdo de su ola de terror a toda una generación de colombianos.
Pero aún así los más de 16.000 habitantes de la urbanización "Medellín sin tugurios" insisten en llamar a esta aglomeración de casas humildes que se apiñan en la ladera de una montaña "Barrio Pablo Escobar". Y el rostro y el nombre del que muchos consideran el criminal más rico y despiadado del siglo XX también están por todas partes.
Pablo, el Robin Hood paisa
Escobar mandó a construir las primeras 443 casas de esta barriada –que actualmente tiene unas 4.000 viviendas– para dárselas a los más pobres de la ciudad, entre los que también acostumbraba repartir canchas de fútbol, dinero, medicinas y alimentos.
"Nosotros respetamos el dolor de las víctimas pero le pedimos a la gente que por favor entiendan la alegría nuestra, lo que significa salir de un basurero a vivir a una vivienda digna, que se la regalen a cambio de nada", le dice a BBC Mundo Ubernez Zavala, el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio.
Y doña Franquelina Guerra Carvajal, de 78 años, una de las fundadoras de la urbanización, es incluso más tajante.
"Él fue una buena persona. Nosotros estábamos viviendo muy mal, él nos hizo una visita allá (al basurero) y nos dijo que nos iba a comprar un lote para hacernos unas casas, porque nosotros éramos unas personas que merecíamos lo que merecía un rico", le cuenta a BBC Mundo rodeada de sus nietos, mientras sostiene en sus rodillas una foto de Escobar y otra de su madre.
En el barrio Pablo Escobar parece reflejar una profunda desconfianza hacia los discursos oficiales, hacia las versiones de la historia de aquellos que siempre los han tenido abandonados.
Y la necesidad de plantarle cara a la élite altiva y al Estado lejano parece resonar en las palabras de Uber Zavala cuando me cuenta de la complicada relación de su barriada con las autoridades locales. "Un alcalde nos dijo que para ayudar al barrio había que cambiarle el nombre. Pero nosotros no vamos a cambiar la dignidad por bolsas de cemento", sostiene.
Como explica Mark Bowden en el libro Killing Pablo, Escobar también apostó desde un inicio en favor los sentimientos anti-norteamericanos, presentando su negocio como algo que no tenía por qué afectar a los colombianos.
"Según este razonamiento, Pablo no sólo se estaba enriqueciendo a él mismo, también estaba dándole un golpe al establecimeinto y usando su dinero para construir una nueva Colombia. A nivel internacional le estaba quitando a los ricos para darle a los más pobres", escribe el periodista estadounidense.
Escobar sigue generando dinero después de muerto
Y también la sencilla constatación de que, en las calles de la capital antioqueña, pegatinas con el rostro de "El Patrón" se venden a 3.000 pesos ($ 1.50) y al lado de las del Che Guevara.
"Pero de esas dos la que más vendo es la de Pablito. Se vende más harto la de Pablo Escobar que todas las otras calcas", le dice a BBC Mundo José Giraldo, un vendedor ambulante..
En las calles de Medellín, por ejemplo, no sólo se consiguen pegatinas con su imagen, sino también camisetas, relojes y libros dedicados al famoso capo.
Y la inmensa popularidad de la serie "El patrón del mal", producida por Caracol Televisión, no sólo la ha convertido en uno de los mayores éxitos comerciales en la historia de la televisión colombiana –la televisora ha vendido la serie a por lo menos 66 países–, sino también en una importante fuente de ingreso para los vendedores de productos piratas.
"La serie es un éxito en el país, todo el mundo volcado a comprar la de Pablo Escobar", le dice a BBC Mundo José Bustamante, quien vende CDs y DVDs "artesanales" en el atareado sector comercial de Junín.
Y si Caracol no tiene reparos en hacer algo de dinero con la historia de uno de los más grandes criminales colombianos, este humilde comerciante tampoco.
Escobar está por todos lados, incluso en el Museo de Antioquia, el más importante de Medellín.
Ahí, la escena de su muerte en un tejado de la ciudad, el 2 de diciembre de 1993 –mientras intentaba escapar una vez más de las autoridades– está registrada con los rubicundos trazos de Fernando Botero, el más famoso de los pintores colombianos.
Pablo Escobar ha sido objeto de tantos proyectos de película, libros y reportajes; los lugares vinculados a su leyenda ya son además parte del circuito turístico de Medellín y solo el año pasado 176.000 las personas visitaron su antigua hacienda, "Nápoles".
tomado diario el universo

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