La única diferencia entre Mafalda y los chicos del siglo XXI es que a esta nueva generación le gusta la sopa. Sentados sobre almohadones, en el piso o en la falda de sus padres, se reían a carcajadas en la galería de la Embajada Argentina en París, como sus pares en los años 60. En la pantalla, Mafalda, Felipe, Miguelito, Libertad, Guille y todos los personajes que hicieron reflexionar y reír a sus padres y abuelos, hoy son reconocidos y adorados por los chicos.
Mafalda ha cumplido 50 años y lo celebró en París. En paredes negras, el curador Eduardo Carballido –con la ayuda de la artista Silvia Maddonni, que dibujó los personajes con tiza– decidió desplegar las tiras de Quino y recibir a los visitantes con una enorme Mafalda de plástico. La cedieron los organizadores del Festival Internacional de Historieta de Angouleme, donde el personaje hasta tiene un pasaje con su nombre. Allí también festejaron su aniversario con honores.
Aunque son vacaciones escolares en Francia, los alumnos bilingües del Liceo Internacional de St. Germain en Laye y los de la Escuela Argentina en París llegaron a la embajada con sus padres, en un gesto que demuestra la vigencia de Mafalda y también su dos mundos: el de los adultos y los chicos.
Quino, su autor, prefirió no viajar hasta aquí. Pero envío a Fabien Gohier, su representante en Francia, para explicarles en francés a sus espectadores detalles sobre Mafalda y sus amigos. Si bien para los chicos españoles, colombianos y argentinos del Liceo Internacional Mafalda era casi una novedad, la interacción con los alumnos de la Escuela Argentina fue formidable: todos conocían a “Mafaldá”, con el acento que la fonética gala impone. Ella forma parte de la currícula en este colegio complementario de la escuela tradicional, en un proyecto que busca acercar a los chicos a sus raíces argentinas, que son las de sus padres o abuelos.
“Como dice Quino, los problemas del mundo de hace 50 años son siempre actuales. Por eso el mensaje de Mafalda mantiene su resonancia. El mundo ha evolucionado pero si uno habla de la guerra, en el fondo, los países que están en guerra son siempre los mismos”, explicó Fabien Gohier en nombre del autor.
Gohier admitió que la estructura familiar ha cambiado enormemente desde que Quino dejó de dibujar a Mafalda en 1973; de hecho, en Argentina ni siquiera era legal el divorcio. “La familia ha evolucionado. Mafalda es de una pequeña familia argentina de los años 60. El mundo cambió y la familia también; pero las cuestiones existenciales son siempre las mismas, ya se trate de una familia tipo o una ensamblada”, explicó.
Los chicos miraban las tiras con entusiasmo pero sobre todo aplaudían los dibujos animados de Mafalda. Valentina, de 12 años, fue una de ellas; más que con Mafalda, su entusiasmo es con Felipe. “Es el más divertido. Me encantan sus preguntas y su cinismo” contó. Joel, también de 12 años, nunca leyó a Mafalda. Espectador de los cortos animados en la primera fila, los miró divertido. “Leía otra cosa. Hay un libro de Mafalda en mi casa y nunca lo leí. Pero ahora, después de la exposición, creo que voy a empezar a leerlo”, admitió entusiasmado. Franquito, que lloraba porque quería salir en las fotos para que lo vieran sus abuelos en Mendoza, tuvo dos palabras encantadoras para definir a su personaje favorito: “Mafalda es franca y gentil”, aseguró.
Los alumnos bilingües del Liceo Internacional de St. Germain en Laye conocían menos a Mafalda que los de la Escuela Argentina, que se criaron con el personaje, aún en su versión en francés. “A mí me gusta porque le importaba la libertad en el mundo”, dijo Marcos. “¿Vos sos como Mafalda?”, le preguntamos. Contestó: “No mucho. Pero me gustaría que todo el mundo pudiera comer en el planeta”.
Fue sobre todo un programa familiar la visita a los 50 años de Mafalda, donde los padres disfrutaron tanto como los chicos. “Yo lo veo como una iniciativa espectacular”, admitió Herve Veraud, vicepresidente de la asociación de padres del Liceo de St. Germain, que decidió tomarse un día de vacaciones para asistir a la exposición junto a sus hijos. “Mafalda vincula el mundo de los niños con el de los adultos, con una mirada sin complacencia. A la vez es una lección para mí y para mis hijos; una forma de abordar temás más complicados, como la ecología, las guerras o la política”.
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