El dolor acompañó a Mariana en su larga espera. La joven de 16 años caminaba lentamente entre un tumulto de pacientes, afuera del consultorio de Cirugía. Así pasó seis horas.
Apenas cinco días antes la operaron de una apendicitis. Y el jueves tuvo que viajar desde el cantón Nobol -a una hora de Guayaquil- para un chequeo. "Llegamos el domingo en la mañana y la operaron a las 22:00; no estuvo ni 24 horas en postoperatorio y le dieron el alta. En este hospital no hay camas", contó su madre, Tania Morán, quien aporta al Seguro Social Campesino.
El hospital Teodoro Maldonado Carbo, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), en Guayaquil, tiene 466 camas, siempre ocupadas. Es parte de una red nacional, que hasta el 2012 registró 94 unidades propias, 345 prestadores externos por medio de convenios y 650 unidades de atención en zonas rurales.
Sandra, quien prefiere no dar su apellido, también es beneficiaria del Seguro Campesino. Estuvo asilada en este hospital desde el 22 de diciembre pasado. La trasladaron desde Mocache (Los Ríos), después de recibir varios balazos; pero la atención no fue rápida.
"Recién tres días después de que llegamos la operaron. Una bala le afectó el colon, pero no se la sacaron. Tuvimos que pelear por un espacio para su recuperación. Recién va a cumplir ocho días desde que le dieron el alta", relata su hija Jazmín. Sandra casi no habla, por el dolor. En sus manos aún lleva una sonda de drenaje.
Hasta agosto del 2013, 4,1 millones de ecuatorianos se registraron como beneficiarios de la atención médica (ver cuadro).
El 24 de febrero pasado, el Consejo Directivo del IESS emitió la resolución 464, en la cual se fijó la afiliación obligatoria para profesionales sin relación de dependencia. Pero el presidente del IESS, Fernando Cordero, dijo que la disposición fue mal interpretada y que la afiliación es voluntaria.
Aunque el IESS cuenta con un presupuesto de USD 1 840 millones para este año, la resolución inquieta a afiliados y pensionistas. Una de sus preocupaciones es si cuenta con la capacidad suficiente para satisfacer la demanda de atención. Una muestra está en los pasillos del Teodoro Maldonado, donde las quejas por la falta de medicamentos, camas y personal médico son constantes. Este panorama se repite en el Andrade Marín, de Quito.
El jubilado Osvaldo Ferro acudió a esta casa de salud por problemas neurológicos, pero cuenta que el médico que lo atendió "se portó grosero". Para él, lo único que han hecho es pintar las paredes y limpiar, pero la gente sigue amontonada y la atención es pésima.
Las citas médicas totales atendidas alcanzaron 10,3 millones el año pasado.
Lilian (nombre protegido) lleva un mes durmiendo sobre cartones y cubriéndose con sábanas raídas. Así pasa las noches afuera de la sala de observación, en Emergencia del Teodoro Maldonado.
La sala está copada. Su padre, de más de 60 años, permanece en ese espacio abarrotado después de sufrir una fuerte caída. El golpe en su cabeza y la falta de atención a tiempo en su natal Manabí contribuyeron a una agresiva infección que lo mantiene inconsciente.
Estas denuncias coincidieron con los cambios en la dirección de este hospital. Lorena Baque fue relevada.
Para un médico, ex funcionario del IESS, el problema de fondo es la mala administración. "Colocan al frente a ingenieros comerciales o economistas que no entienden nada. Por ejemplo, si un paciente requiere una cápsula de 1 000 mg y como hay una presentación de 50 mg, compran esa y le mandan a tomar 20 cápsulas. Se tiene una Unidad de Cuidados Intensivos con 13 camas, cuando debería tener más de 100. Parece broma pero eso ocurre en el Seguro Social".
La Unidad de Terapia Intensiva del Andrade Marín es un ejemplo de esto: por meses han enviado a los pacientes a los prestadores externos.
La falta de medicamentos es otro problema. Isabel Vargas, de Quito, se queja por la demora en conseguir una cita y la falta de medicamentos para su esposo, quien tiene Parkinson. Esto significa un esfuerzo económico alto, pues la pensión de él es de apenas USD 200.
Los pacientes oncológicos deben comprar por su cuenta insumos para quimioterapias. No encuentran Aromasin (para el cáncer de mama), Tavegil (reduce el riesgo de alergias), Furosemida (para evitar la retención de líquido), etc. Miguel Ateada asegura que recibieron atención rápida para su cuñado, que sufrió un infarto, pero tuvieron que comprar unas ampollas que no encontraron en el Andrade Marín.
En el Centro de Diálisis del IESS en Guayaquil no solo faltan insumos. Al menos 10 de las 50 máquinas habilitadas desde el 2011 están dañadas por falta de mantenimiento, como explica Johnny Barberán.
Él acude tres veces por semana a sesiones de hemodiálisis; es parte de los casi 300 usuarios que reciben tratamiento. Para 150 personas con insuficiencia renal que llegan cada día hay cuatro médicos. "Son excelentes profesionales, pero no son superhéroes. No se alcanzan para tantos pacientes".
Según cifras del IESS, 9 704 personas laboraron en el área médica, hasta el cierre del 2013. En promedio, un médico -según la especialidad- atiende hasta 20 personas por día.
Aumentar la cantidad de especialistas y enfermeras es una de las recomendaciones de Luisa, afiliada de 55 años. Esta maestra fiscal tuvo que viajar desde Esmeraldas para una cita oftalmológica, en el Teodoro Maldonado. Sufrió un desprendimiento de retina y necesita una operación. "Allá (en su provincia) no hay médicos. De qué sirve aportar USD 200 al mes si no hay beneficios. Así quieren afiliar a más si los médicos no se dan abasto".
TOMADO DEL DIARIO EL COMERCIO
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