El mundo se estremeció cuando Rusia se anexionó Crimea.
Pero, ¿por qué tanta sorpresa? El escritor y periodista Oliver Bullough sostiene
que el presidente Vladimir Putin nunca ocultó su intención de recuperar el poder
ruso. Lo que aun queda por verse, dice, es cuánto más puede sostenerse este
ascenso.
El 16 de agosto de 1999, los miembros del Parlamento de Rusia -la Duma Estatal- se reunieron para aprobar la candidatura de un primer ministro. Escucharon el discurso del candidato, le hicieron unas preguntas y debidamente lo confirmaron en el cargo.
Era la sexta persona en ocupar el puesto en los 16 meses de la presidencia de Boris Yeltsin y un alto miembro del partido se confundió con el nombre. Expresó que apoyaría la candidatura del Stepashin -el apellido del recién destituido primer ministro- en lugar de su desconocido remplazo, antes de rectificar el embarazoso error.
Si los altos diputados de la Duma ni siquiera podían recordar el nombre del nuevo primer ministro, tampoco se podía esperar que el resto del mundo prestara mucha atención a su discurso. Era poco probable que fuera líder del gobierno ruso por más de unos meses así que, ¿para qué tomarse la molestia?
De desconocido ...
Ese individuo era un exagente de la agencia de inteligencia KGB, Vladimir Putin, y ha estado a cargo del país más extenso del mundo, como presidente o primer ministro, desde entonces.
Pocos se dieron cuenta en ese momento, porque pocos estaban escuchando, pero ese discurso esbozaba el esquema de casi todo lo que ha hecho, de cómo reformularía un país que estaba al borde de un colapso catastrófico.
Hacía apenas 364 días que Rusia había entrado en cesación de pagos de su deuda. Los salarios de empleados del sector público y las pensiones se pagaban, con suerte, con meses de atraso. La infraestructura básica se desmoronaba. Los bienes más preciados de la nación estaban en manos de un manojo de "oligarcas" bien conectados que manejaban el país como un feudo privado.
El otrora poderoso ejército ruso había perdido la guerra en Chechenia, un lugar con menos habitantes que el número de soldados rusos.
Ademas, tres antiguos aliados del Pacto de Varsovia se habían afiliado a la OTAN, llevando la alianza de Occidente hasta las fronteras de Rusia.
Discurso de Putin en agosto de 1999
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Necesitamos terminar con las revoluciones que se organizan de forma que nadie pueda ser rico pero lo que necesita el país en este momento son reformas para que nadie pueda ser pobre. No obstante, eso desafortunadamente se está volviendo más complicado cada día. No existe eso de un Estado próspero con una población empobrecida.
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El instrumento más importante y la mayor prioridad del gobierno es la seguridad alimentaria. Nosotros proveeremos asistencia al sector agrario y en el análisis final para millones de campesinos que tienen sólo una preocupación: alimentar al país con productos rusos de calidad.
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La integridad territorial de Rusia no está sujeta a negociación. Ni, especialmente, al chantaje. Seremos duros con cualquiera que viole nuestra soberanía con todas las vías legales de las que disponemos.
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Rusia ha sido una potencia durante siglos y sigue siéndolo. Siempre ha tenido y sigue teniendo legítimas áreas de interés fuera, tanto en los países exsoviéticos como más allá. No vamos a bajar la guardia a este respecto ni vamos a permitir que se ignore nuestra opinión.
Entretanto, el país era conducido por Yeltsin, un borracho irascible en frágil estado de salud. La situación era apremiante, pero Putin tenía un plan.
"No puedo abarcar todas las tareas que enfrenta el gobierno en este discurso. Pero de una cosa estoy seguro: ninguna de esas tareas pueden realizarse sin la imposición de un orden y disciplina básicos en este país, sin el fortalecimiento de la cadena vertical", manifestó a los parlamentarios congregados.
Nacido en Leningrado, en 1952, Putin se crió en los años de oro de la Unión Soviética, el período después del espectacular triunfo de la URSS en la Segunda Guerra Mundial.
Sputnik, la bomba de hidrógeno, la perra Laika y Yuri Gagarin eran testimonio del ingenio soviético. Las apabullantes intervenciones en Hungría, en 1956, y Checoslovaquia, en 1968, fueron una muestra de su determinación.
Los ciudadanos soviéticos gozaban de un período de paz y prosperidad. La vida era estable. La gente recibía su salario. Cada quien estaba en su puesto. El mundo los repetaba.
Cuando Putin habló ante la Duma, su patria era otro lugar, caído en desgracia ante el resto. Hablaba como un hombre que añoraba las épocas cuando Moscú era tomada en serio. No lo mencionó de manera explícita pero claramente estaba golpeado por la inhabilidad rusa de evitar que la OTAN explusara las fuerzas de su aliado, Serbia, de Kosovo hacía unos pocos meses.
.... a omnipresente
"Rusia ha sido una gran potencia durante siglos y aún lo sigue siendo. Siempre ha tenido y tendrá zonas de interés legítimo...No deberíamos bajar la guardia en este aspecto ni permitir que nuestra opinión sea ignorada", dijo.
Camino a la cumbre
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Nació en 1952 en Leningrado, la actual San Petesburgo.
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Estudió Derecho y Economía antes de entrar al KGB.
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Sirvió como agente del KGB en Alemania Oriental entre 1985 y 1990.
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Trabajó en la Alcaldía de San Petesburgo entre 1990 y 1996.
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Ocupa el cargo de primer ministro en 1999. Al año siguiente es elegido presidente.
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Habla alemán e inglés.
Su política interna era restaurar la estabilidad, frenar lo que llamó las "revoluciones" que habían hundido a Rusia. Su política exterior era recuperar el lugar de Rusia en los asuntos mundiales.
Esos dos objetivos fundamentales han dirigido todo lo que ha hecho desde entonces. Si lo hubieran escuchado, ninguna de sus medidas los hubiera tomado por sorpresa.
Desde entonces, se ha aferrado de cuanta oportunidad le ha brindado la historia -desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 hasta la revolución en Ucrania de 2013- para concretar sus metas. Ha sido tácticamente astuto y despiadadamente oportunista.
Tanto en el interior como en el exterior, quiere que Rusia recupere el prestigio que tenía cuando crecía.
El lugar obvio para iniciar esta campaña fue Chechenia, el símbolo del colapso de Rusia. Los chechenos derrotaron la campaña de Yeltsin de aplastar su independencia autodeclarada, pero resultó ser una victoria amarga. La guerra devastó el pueblo, la economía y la infraestructura de Chechenia. El territorio se convirtió en un antro de secuestros, violencia y crimen sin que nadie -hasta que llegó Putin- hiciera algo al respecto.
Finalmente, para los acongojados rusos patrióticos, aquí tenían a un hombre no solamente capaz de pagar sus pensiones, sino preparado para ensuciarse las manos defendiendo a la patria. Al cambio del milenio, cuando Yeltsin abandonó la presidencia y designó a Putin como su sucesor, los ínidices de aprobación del desconocido primer ministro superaban el 70%, un nivel que ha bajado poco desde entonces.
Campañas internacionales...
Grupos de los derechos humanos y algunos gobiernos de Occidente acusaron a Putin de violar la ley rusa e internacional en la cacería de sus opositores chechenos. (El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha fallado contra Rusia en 232 casos de "derecho a la vida", efectivamente señalando a Rusia de asesinatos continuos durante la campaña chechena). Pero eso no ha mermado la popularidad de Putin.
En Chechenia, murieron cientos de soldados y miles de civiles. Centenares de miles de chechenos huyeron buscando asilo fuera de Rusia, pero la integridad territorial se conservó y Putin inició su tarea de recuperar el prestigio ruso.
Después del 11 de septiembre de 2001, Putin reformuló su campaña en Chechenia como parte de la guerra global contra el terrorismo, acallando así a la crítica internacional por la conducta de sus tropas.
Se acercó brevemente al presidente estadounidense George W. Bush -quien inclusive afirmó haber avistado el alma de Putin- hasta que la guerra en Irak los volvió a apartar.
En Irak, Putin insistió en el cumplimiento de la ley internacional; ninguna invasión podría realizarse sin la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y esa aprobación no estaba a la mano.
... y domésticas
Internamente, aplastó a los oligarcas más poderosos, primero aquellos que controlaban los medios, doblegando así la animada escena televisiva y, luego, en 2003, arrestó a Mijáil Khodorkovsky, el hombre mas rico del país.
Su compañia petrolera fue desmenuzada y comprada por una empresa estatal. Jorokovsky fue encarcelado en un proceso tan indignantemente predeterminado que Amnistía Internacional lo declaró un prisionero de consciencia.
"Creo que quedó absolutamente claro, cuando arrestaron a Khodorkovsky, que Putin no iba detrás de los oligarcas para reafirmar el poder de la sociedad democrática civil sobre esos titanes. Él lo hacía como parte del plan para construir un régimen autoritario", opina Chrystia Freeland, que era editora en jefe de la oficina en Moscú del diario Financial Times cuando Putin llegó al poder y ahora es diputada liberal en el Parlamento de Canadá.
Freeland también es una de los 13 canadienses a quienes se les prohibió la entrada a Rusia por la respuesta de Canada a la imposición de sanciones contra funcionarios rusos.
Putin mantuvo un férreo control sobre las elecciones parlamentarias a finales de 2003 y sus aliados obtuvieron dos terceras partes de la Duma. Elogió el proceso como un paso hacia el "fortalecimiento de la democracia", un proceso al que los observadores de la Organización de Seguridad y Cooperación Europea tildaron de "abrumadoramente distorsionado".
En apenas cuatro años, Putin había aplastado a Chechenia, dominado los medios libres y a los oligarcas, ganado una mayoría parlamentaria que le permitía hacer lo que quisiera y demostrado que Rusia tenía una voz fuerte en asuntos internacionales.
"Él dice lo que piensa y hace lo que dice -por lo menos con mayor frecuencia que ninguno de los otros políticos o estadistas contemporáneos. Los analistas y políticos de Occidente siempre tratan de encontrar un fondo falso a sus declaraciones y frecuentemente no lo encuentran. Eso se puede aplicar a muchos otros líderes soviéticos, incluyendo Stalin -por lo menos antes y durante la Segunda Guerra Mundial", sostiene Dmitry Linnik, jefe de la oficina en Londres de la emisora La Voz de Rusia.
La ideología
"Él es un nacionalista -en el sentido del país ruso, no de la etnia rusa. Esa es su mayor fuerza conductora, creo yo, no una sed de poder ni ambición personal".
Pero Freeland no está de acuerdo.
"Creo que ha tomado una serie de decisiones, de manera muy racional desde su estrecho punto de vista, que le dan en este tipo de régimen autocrático la mayor cantidad de poder y riqueza personal", argumenta.
Pero faltaba algo para que el mundo de su infancia fuera completo: la ideología.
Putin restauró los símbolos soviéticos: el himno nacional y los emblemas y elogió el triunfo soviético en la Segunda Guerra Mundial. Pero también adoptó algunos objetivos de la era presoviética.
Se acercó a la Iglesia Rusa Ortodoxa y mencionó a filósofos antisoviéticos como Ivan Ilyin, cuyos restos repatrió a Rusia y enterró con honores.
Esa tendencia hacia una forma exclusiva de conservadurismo de Rusia se aceleró después de la ola de protestas contra el fraude electoral que estalló en Moscú entre 2011 y 2012 y que enemistó a Putin con los liberales rusos.
Contradicciones en su círculo cercano
Entre sus ideólogos favoritos está Vladimir Yakunin, un viejo amigo y compañero de la KGB, creyente ortodoxo, y que ahora es el jefe del sistema de ferrocarriles rusos, una de las compañías más estratégicas y significativas.
"Rusia no está entre Europa y Asia. Europa y Asia están a la izquierda y a la derecha de Rusia. No somos un puente entre ellos, sino un espacio de civilización separado, donde Rusia une las comunidades del este y el oeste", dijo Yakunin en una entrevista reciente con la agencia rusa Itar-Tass.
La semana pasada, supo que su nombre estaba en la lista "de los miembros más cercanos al círculo de liderazgo de Rusia" que Estados Unidos elaboró para aplicar sanciones tras la anexión de Crimea.
La idea de que Rusia esté separada pero no equiparada a occidente le conviene, puesto que le permite al Kremlin rechazar las críticas de Occidente de que sus elecciones, sus sentencias judiciales y su política exterior son parcializadas e irrelevantes.
Muchos de los amigos de Putin, pese a ser críticos con las políticas, los valores, las estructuras y la economía occidental, están muy apegados a sus comodidades. Los dos hijos de Yakunin viven en Europa occidental, uno en Londres y el otro en Suiza, y sus nietos están siendo educados allí.
Según el activista contra la corrupción Alexei Navalny, el propio Yakunin se ha construido un palacio a las afueras de Moscú con piedra caliza y materiales llevados de Alemania, algo extraño en un hombre que se supone que aboga por crear una economía rusa independiente de Occidente.
Los principios de Putin
Putin también abrazó algunos principios que después dejó de lado cuando vio que no le valían.
En 2003 en Irak, hizo una defensa pública del derecho internacional en la que se oponía a una eventual invasión sin el visto bueno de Naciones Unidas.
En Georgia, en 2008 envió tropas sin ni siquiera tratar de consultarlo en el Consejo de Seguridad.
El año pasado no se planteaba la intervención en Siria. Y este año, justifica la intervención en Ucrania y la considera indudablemente legítima.
Debe ser que los principios nunca han sido un problema y que el objetivo de Putin ha sido siempre maximizar el poder de Rusia y desafiar los intentos de Occidente de controlar su país.
"Tenemos todas las razones para asumir que la infame política de contención llevada a cabo en los siglos XVIII, XIX y XX sigue vigente hoy. Tratan continuamente de acorralarnos porque tenemos una posición independiente", afirmó Putin en un discurso este mes, al anunciar la anexión de Crimea.
En esa alocución repitió los puntos de 1999, pero con 15 años de resentimiento adicionales.
"Si comprimes el muelle hasta su límite, regresará a su posición incial de manera violenta. Recuérdalo siempre".
Grupo clave de colaboradores
No es fácil rediseñar un país por tu cuenta y Putin necesitó la ayuda de un grupo clave de la sociedad rusa. Mientras que aplicó mano dura contra periodistas independientes, hombres de negocios y políticos, se apoyó en autoridades estatales para asegurarse de que sus ideas se implementan.
"Al final, el dinero se acabará y entonces se encontrará en la misma posición que los líderes soviéticos a finales de 1980, cuando se vieron obligados a enfrentar la crisis política y económica mientras trataban de mantener unido su país. Ahora parece fuerte, pero su Kremlin está construido en algo que Rusia no puede controlar: el precio del petróleo"
Ben Judah, autor de Imperio Frágil, un estudio de la Rusia de
Putin
Y han sido muy bien recompensados por su ayuda. Los salarios para los más altos funcionarios aumentaron el año pasado en un 20%, una cifra que se cuadruplicó en los presupuestos generales.
El atracón de gastos de Putin significa que, para conseguir el equilibrio presupuestario, el crudo Brent ahora debe rozar los US$117 por barril, más de cinco veces el nivel de 2006, según el análisis de Deutsche Bank.
Pero ni siquiera eso es suficiente para los más altos funcionarios. El ministro del Interior, Vladimir Kolokontsev, dijo la semana pasada que en 2013 el precio del soborno medio en el país se duplicó a los US$4.000.
El año pasado, Transparencia Internacional situó a Rusia en el número 127 del Índice de Percepción de Corrupción, un lugar que le pone a la altura de países como Paquistán, Mali y Madagascar.
"Putin se ha descalificado a sí mismo al destruir todas las fuertes independientes del poder en Rusia. Ahora sólo puede confiar en la burocracia y debe seguir aumentando sus fondos para asegurarse las lealtades", asegura Ben Judah, el autor británico del libro El Imperio Frágil, un estudio de la Rusia de Putin.
"Al final, el dinero se acabará y entonces se encontrará en la misma posición que los líderes soviéticos a finales de 1980, cuando se vieron obligados a enfrentar la crisis política y económica mientras trataban de mantener unido su país. Ahora parece fuerte, pero su Kremlin está construido en algo que Rusia no puede controlar: el precio del petróleo", afirma Judah.
La Rusia de su infancia
Putin ha conseguido construir una versión del país de su infancia que puede actuar de forma independiente en el mundo y en el que la disidencia se controla y el poder del Kremlin no lo desafía nadie. Pero es una espada de doble filo porque la Unión Soviética se desmoronó por un motivo y una Rusia creada a su imagen y semejanza se arriesga a compartir ese destino.
Según Vladimir Bukovsky, un disidente que pasó una década en prisión en la era soviética antes de exiliarse en Occidente en 1976, Putin es totalmente sincero cuando dice que la desintegración de la Unión Soviética fue una "catástrofe geopolítica".
"No entiende que el colapso soviético fue predeterminado, por lo tanto, cree que su misión es restaurar el sistema soviético lo antes posible", dice.
Bukovsky considera que, como oficial de rango intermedio de la KGB que amaba la Unión Soviética, Putin careció de la perspectiva de los del alto mando, que sabían perfectamente que el desplome vino dado por el peso de su propia ineficiencia en lugar de por un complot occidental.
"Eso lo lleva exactamente a… repetir los mismos errores. Quiere que todo su país sea controlado por una persona del Kremlin, lo que lo va a llevar al desastre", dice.
La decisión de Putin de invadir Crimea fue tomada de forma rápida e impulsiva por un pequeño grupo de sus favoritos en el alto mando.
Eso significa que Putin no tiene a nadie que le advierta de las consecuencias de sus acciones a largo plazo y hasta que se dé cuenta por sí mismo, seguirá con este rumbo, lo que implica que la relación con Occidente seguirá siendo incómoda, especialmente en áreas que considera ser su "zona de legítimo interés".
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