jueves, 22 de mayo de 2014

EL GALAPAFACE I SERÁ HUNDIDO FUERA DE LA RESERVA MARINA

Un par de fragatas sobrevuela la zona de encallamiento. Revolotean insistentemente sobre las grúas y los contenedores del paralizado buque Galapaface I. Desde el mar, la lancha rápida Ranger 7 hace su recorrido ya habitual alrededor del barco carguero, varado desde la madrugada del 9 de mayo frente al faro de Punta Lido, en San Cristóbal (Galápagos).

El timonel Richard Cabezas navega lentamente hacia una de las compuertas abiertas de la enorme nave rojo granate, de 81 metros de largo. Por esa escotilla, guardaparques del Parque Nacional Galápagos (PNG), equipados con trajes especiales y mascarillas, sacan la poca carga que queda en las bodegas inferiores.

Ahí se almacenaban más de 6 000 quintales de cemento, 40 tanques de aceite lubricante, varillas de hierro, tanques con cloro y otros químicos, más los 19 000 galones de combustible de reserva de la embarcación… En estas bodegas fue donde comenzó la emergencia.

 El agua cristalina deja ver las puntiagudas rocas sobre las que se asienta el barco. Se incrustaron en la popa de la embarcación, a su salida de la bahía Naufragio. "Ahí están los agujeros, marcados con pintura en el casco. Uno, dos, tres…", los cuenta Cabezas desde la Ranger 7. Son 19 los boquetes que causaron el atasco del Galapaface I, parte de la flota de cinco buques que da servicio de cabotaje al archipiélago y cuyo encallamiento mantiene en alerta a la provincia ante la posibilidad de daños ambientales.

Ayer por la mañana, el día 12 tras el accidente, la marea empezaba a bajar. El agua marcaba 2,5 metros en la punta del barco. Punta Carola, uno de los sitios turísticos cerrados por precaución, es la zona más cercana al accidente.

En esa playa, por ahora solo descansan iguanas, tortugas y lobos marinos. Son minuciosamente monitoreados por técnicos del Parque y de la Agencia de Regulación y Control de la Bioseguridad y Cuarentena para Galápagos (ABG), para detectar posibles variaciones en su comportamiento.

Como parte de la emergencia de 180 días, declarada por el Ministerio del Ambiente, el PNG firmó un convenio con la empresa ecuatoriana de remolcadores Sagemar. Arturo Izurieta, director del Parque, explica que se barajaron tres escenarios para el Galapaface: remolcarlo hasta Guayaquil, aplicar parches para sacarlo y luego desmantelarlo o hundirlo fuera de las islas.

Esta última es la más probable y para hacerlo manejan un plan de cuatro fases. Inicialmente se logró estabilizar la nave con dos barcazas remolcadoras. El siguiente paso será parchar el casco, con colchones y planchas metálicas soldadas.

En esta fase también se bombeará el agua mezclada con restos de hidrocarburos, retenida en las bodegas. La tercera etapa es el reflotamiento del buque con dos boyas gigantes de metal que se construyen en el astillero Maridueña, en Guayaquil. Finalmente, será remolcado fuera de la reserva marina y se lo hundirá en el arrecife.

"El Parque Nacional ya estableció, técnicamente, el sitio que será la última morada del buque", comenta Izurieta. Desde el día de la tragedia, en las oficinas de PNG de San Cristóbal se adecuó un centro de monitoreo. Con una cámara de video, instalada en una torre y con un alcance de un kilómetro, el técnico David Vizuete sigue desde un computador, en tiempo real, la posición de la nave y cómo avanza el salvataje.

 Las lluvias y el intenso oleaje estorban, a ratos, el plan. Paralelamente, las oficinas de la Subsecretaría de Puertos, Transporte Marítimo y Fluvial de San Cristóbal son el centro de mando de este megaoperativo. Desde ahí se contempla la playa poblada por lobos marinos y el Galapaface I en el horizonte.

Con esa vista estratégica de la bahía de Puerto Baquerizo Moreno, los técnicos chilenos, holandeses y ecuatorianos de Sagemar coordinan el monitoreo dentro y fuera de la nave con buzos y definen las estrategias para parchar el casco.

El avión C130 de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, que llegó ayer desde el continente, trasladó algunas herramientas provenientes de Estados Unidos, Chile y Holanda. También se espera el arribo de un generador eléctrico para dar energía a la embarcación. El Comité de Operaciones de Emergencia (COE) se mantiene activado.

Todas las noches, a las 20:00 (hora insular), representantes de al menos 13 instituciones gubernamentales se reúnen para definir el plan del día siguiente. El trabajo es de 24 horas diarias, durante los siete días a la semana.

El gobernador Jorge Torres calcula que el operativo de rescate costará unos USD 6 millones. Aún no tienen una fecha clara para liberar el buque, pero a la par, las acciones legales contra los armadores y el capitán de la nave avanzan. Este caso trae a memoria la tragedia del buque Jéssica, que en el 2001 causó serios daños ambientales por un derrame de búnker y diésel. El hecho ocurrió justo frente a la zona del actual accidente.

 De esa experiencia surgió un plan de contingencia que ahora, reconoce Torres, no se aplicó en su totalidad por falta de herramientas. "Si es que en la isla hubiésemos tenido un remolcador, a lo mejor no estaríamos viviendo esta circunstancia (…) Acabamos de perder el mejor buque de carga de Galápagos".

 El Galapaface I es el buque más grande que trasladaba carga a las islas. Fue fabricado hace 35 años en astilleros noruegos y entró a operar en Galápagos en abril de 2013. Salió de Guayaquil cargado con materiales de construcción, electrodomésticos, camas y colchones, comida para perros… Gran parte de su mercadería, en especial alimentos, se perdió por la espera. Los bultos de legumbres y frutas dejaron un rastro pestilente y un enjambre de moscas en el muelle Punta Predial, la zona de desembarque en San Cristóbal.

 Esa carga fue incinerada. Con este encallamiento, las cuatro naves restantes de abastecimiento ajustan un cronograma de los horarios y los itinerarios para mantener abastecido al archipiélago. Estos buques suman una capacidad total de almacenamiento de 6 577 toneladas, realizan tres viajes por mes y al año llevan 72 000 toneladas, aproximadamente.

En contexto Este es el segundo encallamiento de un barco, que se produce en menos de 15 años. El barco Jéssica, que encalló en el 2001, provocó un serio daño ambiental por un derrame de diésel. Ahora, el capitán y la tripulación del Galapafece I son procesados judicialmente.


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