Manso o caudaloso, el Guayas corre, pasea, baña, enamora, intriga, fluye por 175 mil hectáreas que desde La Puntilla baja para fundirse con el estero Salado, para convertirse en estuario del Golfo de Guayaquil, para mimetizarse en el océano Pacífico.
En ese largo camino, el río Guayas acoge a un sinnúmero de especies de flora y fauna, pero también recibe distintas amenazas para la conservación de su biodiversidad. ¿Qué vive y qué muere en el río Guayas?
Especialistas coinciden que separar al río del manglar, del estero Salado, es prácticamente imposible. Ambos forman el estuario del Golfo de Guayaquil, el más grande a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico.
Sobre él vuelan alrededor de 128 especies de aves, acuáticas y marinas, algunas de ellas migratorias. En él navegan más de 30 tipos de peces, entre estos el endémico delfín nariz de botella (Tursiops truncatus). Se rodea aproximadamente de 121 mil hectáreas de mangle rojo, jelí, blanco, y de bosque seco.
El sistema de manglares del Golfo de Guayaquil incluye al Área Nacional de Recreación Isla Santay y del Gallo; la Reserva de Producción Faunística Manglares del Salado; el Refugio de Vida Silvestre Manglares El Morro; la Reserva Ecológica Manglares Churute; entre otros espacios más pequeños que están siendo manejados bajo concesiones, en Guayaquil, Naranjal y Balao.
Solo en la Reserva de Producción de Fauna Manglares del Salado se han registrado 12 mamíferos, siete anfibios y reptiles, 18 moluscos y 13 crustáceos. En este último grupo está uno de los emblemas no oficiales de Guayaquil: el cangrejo rojo.
Esa es su flora y fauna, a grandes rasgos, pero no es todo lo que vive. Millones de personas dependen de este ecosistema para sus subsistencia. Pescadores, concheros, cangrejeros, son considerados los usuarios ancestrales del Golfo, son hijos de sus aguas.
“Interminable, estás al mar saliendo, / Río Guayas, cargado de horizontes / y de naves sin prisa descendiendo / tus jibas de cristal, líquidos montes”, recita el poema “Promesa del río Guayas” de Jorge Carrera Andrade.
Mapa del sistema del río Guayas. Foto: Libro 'Biodiversidad del Guayas'
Las aguas dulces y saladas que forman el río Guayas llegan gracias a dos subcuencas principales: los ríos Daule y Babahoyo, pero sus orígenes se remontan a ecosistemas ubicados en las provincias de Santo Domingo de los Tsáchilas, Pichincha, Cotopaxi, Cañar, Azuay, Los Ríos y Manabí.
Roberto Urquizo, director de Medio Ambiente de la Prefectura del Guayas, destaca el control de las descargas industriales en el río Guayas y sus afluentes, fuera del cantón Guayaquil. Él reconoce que el problema que se evidencia en el tramo del río que cruza por Guayaquil viene también desde las cuencas primarias y de no existir un trabajo conjunto, ni el dragado ni ningún proyecto daría resultados a largo plazo.
Aunque aún no se concreta, Urquizo aseguró la creación de un vivero forestal que albergaría unos 100 mil árboles que servirán para la reforestación de las cuencas y subcuencas del río Guayas, para así reducir la cantidad de sedimento que baja hasta el tramo del cantón Guayaquil.
“Hasta el tiempo en tu curso se disuelve / y corre con tus aguas confundido”
Cocodrilo de la costa (Crocodylus acutus), uno de los depredadores más grandes de los ecosistemas estuarinos de América. Foto: Libro 'Biodiversidad del Guayas'.
Aguas que suman unos 30 mil millones de metros cúbicos al año, que al formar el estuario del Golfo de Guayaquil rodean a 14 islas: Santay, La Esperanza, Santa Ana, La Caja, La Seca, Bellavista, Quiñones, Escalante, Verde, Manglecitos, Matorrilos, Mondragón Ingleses y Puná.
Por el bien de estas islas y de las ciudades en la ribera del río, la bióloga Nancy Hilgert, consultora y catedrática universitaria, coincide en que dragar el río Guayas es necesario pero no suficiente. “Dragar el río mientras siga la contaminación y deforestación sería como tener una herida a la que todos los días curo pero a la que también, todos los días, le vuelvo a pasar el cuchillo para que brote sangre”, detalla con la expresión de quien siente en su propia piel el dolor del corte.
Un dolor que tal vez, de diferente modo, puede llegar a los habitantes de las riberas del Guayas, especialmente de Guayaquil. “El agua siempre encuentra por dónde salir”, advierte Hilgert. Si aumenta el sedimento, si el cauce del río se obstruye, Guayaquil se inunda.
“El día tropical que nunca vuelve /sobre tus lomos rueda hacia el olvido”
El Ibis blanco (Eudocimus albus) recorre los manglares en busca de pequeños invertebrados. Foto: Libro 'Biodiversidad del Guayas'.
Bajo riesgo de injusticia sobre otras islas, la que nunca se olvida es Santay. Un sitio especial por la confluencia de especies marinas y fluviales, y como un punto estratégico para la anidación de aves. Las 4.705 hectáreas de la isla Santay, y sus aguas colindantes, fueron declaradas sitio Ramsar en el año 2000, es decir, un humedal de importancia internacional.
Sin embargo, al ampliar la mirada, el estuario peligra. Estudios específicos del estuario correspondientes al cantón Guayaquil no existen, confirma el biólogo Luis del Pezo, del departamento de Medio Ambiente del Municipio de Guayaquil.
La atención se concentra en el estero Salado, sobre el cual la dirección de Turismo realiza programas de concienciación para la conservación ambiental. Pero, pese a pedir más información al respecto, estas fueron las respuestas.
“Los años que se extinguen gradualmente, / las migraciones lentas, las edades / has mirado pasar indiferente, / ¡oh pastor de riberas y ciudades!”
Asentamientos sobre el estero Salado, en la 42 y la R, registrados en enero del 2014. Foto: Archivo/Víctor Serrano.
Flujo pastor que al bajar se llama río y al subir se transforma en “la ría”, no ha logrado ser indiferente a las migraciones ni al tiempo. Los años han vuelto pesadas sus aguas y en su fondo, el sedimento lo confirma.
Además, de las lanchas que flotan en su cauce se escapan hidrocarburos; las lluvias lavan las calzadas con restos de aceite y el agua desemboca también en el Guayas.
No todos los sectores de las cuencas y subcuencas del río Guayas cuenta con un tratamiento de aguas servidas, y líquido contaminado llega también a su cauce.
“¡Oh Río agricultor que el lodo amasas / para hacerlo fecundo en tu ribera / que los árboles pueblan y las casas / montadas en sus zancos de madera!”
Garceta nívea (Egretta thula), alimentándose de camarones en las playas lodosas del estero Salado. Foto: Libro 'Biodiversidad del Guayas'.
Árboles fueron talados en las cuencas y riberas del Golfo de Guayaquil y de las mismas entrañas del estero Salado para rellenar y construir las casas de madera desde donde caen las amenazas en forma de aguas servidas, de desechos sólidos, con el sello de ingratud hacia un ecosistema que es al mismo tiempo hogar, trabajo y paisaje.
El río Guayas ha mutado. Tras él, la Prefectura del Guayas, el Municipio de Guayaquil, el Ministerio de Ambiente, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales buscan dragar sus sedimentos para fomentar el flujo del agua y reducir el peso de años de contaminación; reforestar sus cuencas y riberas para crear barreras naturales de protección, impregnar en los ciudadanos la importancia de la conservación, y retomar la belleza poética que inspiraba el vaivén de uno de los emblemas de Guayaquil.
¿Cuánto nos da el río? ¿Cuánto nos costarían esos beneficios si el río no está?, se pregunta Hilgert. El río es movilización, comercio, alimento, turismo, control de inundaciones. El río es legado cultural e histórico, es belleza. Manso o caudaloso, el río Guayas fluye y lucha.
“¡Memoria, oh río, o soledad fluyente! / Pasas, mas permaneces siempre, urgido, / igual y sin embargo diferente / y corres de ti mismo perseguido.”
Fuentes documentales: Libro 'Biodiversidad del Guayas', Guía del Patrimonio de Áreas Naturales Protegidas del Ecuador (Reserva de Producción de Fauna Manglares del Salado), Estudio de Impacto Ambiental para los trabajos de dragado permanente del canal de acceso al Puerto Marítimo de la ciudad de Guayaquil (INOCAR, 2008). Sitios web: ramsar.org y birdlife.org.
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