Los niños de Colombia han pagado un pesado tributo en el conflicto armado que desde hace medio siglo sacude al país. A una joven de 26 años, identificada bajo el seudónimo de María, le tocó cambiar su muñeca por un fusil luego de ser reclutada a la fuerza cuando tenía apenas 10. "Fueron años perdidos, en los que no se esperaba nada sino que pudiese surgir la muerte", dice esta mujer al describir su infancia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla comunista que nació a raíz de la represión contra una insurrección campesina el 27 de mayo de 1964.
Su familia, compuesta únicamente por una abuela y una tía, cometió el error de contraer una deuda con las FARC. Diez millones de pesos, unos USD 5 000. Al no poder pagar, tuvieron que entregar a la niña. María no olvida el día en que se encontró a dos guerrilleros que la esperaban a la entrada de la finca donde vivía en el centro del país.
"Los vi y me asusté. Arranqué a correr y uno de ellos pues empezó a perseguirme. Me cogió, me alzó y me dijo: No, usted no se puede escapar porque usted ya nos pertenece a nosotros", evoca. En los dedos le tatuaron su nombre de guerra. Durante cinco años, aquella niña con un AK 47 en bandolera recorrió junto con los rebeldes "una selva con árboles tan altos que el sol ni entraba".
Como educación, solo recibió entrenamiento militar. "Un AK 47 tiene fuerza. La idea es ponerse en posición correcta porque si se para mal o la pone mal acá, le puede partir a uno la clavícula cuando sale el tiro", explica. En su relato, las atrocidades se suceden unas tras otras, como el caso de unos campesinos secuestrados y luego ejecutados porque su familia no pagó el rescate.
"Las personas que estaban secuestradas las ponían en el hueco. Tenía como unos dos metros de hondo. Las paraban ahí y les daban un tiro de gracia", dice. De los combates con las milicias paramilitares o con el Ejército, María recuerda sobre todo los bombardeos.
"Que usted esté ahí con sus compañeros y que al lado suyo le caiga una mano de un compañero, una pierna o algo, porque precisamente le cae la bomba al compañero que estaba al lado suyo, pues eso es como muy trágico".
Violada por un comandante, María aprovechó la codicia de otro jefe para conseguir el permiso e ir a cobrarle a unos campesinos el "impuesto revolucionario". Fue su oportunidad de escapar, poco antes de cumplir los 15 años. Uno quiere la libertad Siguieron cuatro días de caminata en la selva, en los que se alimentó de azúcar que llevaba y alguna que otra culebra que logró cazar.
"En ese momento no se siente el cansancio. Vivo o muerto, lo que uno quiere es la libertad", explica. Luego de rendirse ante el Ejército y mientras las autoridades encontraban a su familia, la adolescente comenzó una nueva lucha.
Transferida de un refugio a otro, finalmente pasó un año en la calle, embarazada y pidiendo limosna. Encontrar un trabajo es un desafío tremendo para aquellos que en Colombia son llamados los reinsertados.
"Apenas se enteraban de dónde venía yo, me echaban". María atribuye su rescate a la Agencia colombiana para la reintegración (ACR), un organismo gubernamental que acompaña a los excombatientes en su regreso a la vida civil. Aunque con años de retraso, María obtuvo su bachillerato. Hace dos años se casó y tuvo una segunda hija.
En la parte baja de su casa, en un barrio popular de Bogotá, puso una pequeña tienda. De su vida anterior, solo le quedan unas fotos de la niña en uniforme que fue. Su recorrido es considerado ejemplar por la ACR, organismo con el cual colabora y donde en algún momento volvió a ver a uno de sus antiguos jefes en la guerrilla, quien le pidió perdón.
Optimista sobre el proceso de paz que desde noviembre de 2012 llevan adelante las FARC y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, María espera que la guerrilla reconozca sus errores, desde las extorsiones hasta el reclutamiento de menores de edad que "no saben por qué es esta guerra".
Más de 5 000 menores reclutados forzosamente por los grupos armados en Colombia han sido recibidos entre 1999 y 2013 por los servicios de atención a la infancia, según un informe oficial. Alrededor de 70% de ellos fueron víctimas de abuso sexual y 84% participaron en combates.
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