El pontífice llegó ayer en un helicóptero militar jordano a Belén (en Cisjordania), la cuna del cristianismo.
Las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos se interrumpieron a fines de abril pasado.
Afirmó que el estancamiento en las gestiones de paz en la región era “inaceptable” y se detuvo brevemente a orar frente a la barrera de separación que los israelíes erigieron en torno de esta ciudad bíblica.
Al término de una misa al aire libre en la Plaza del Pesebre, en Belén, el papa invitó al presidente palestino Mahmud Abbás y el presidente israelí Shimon Peres a orar junto con él por la paz. “Ofrezco mi hogar en el Vaticano como lugar para este encuentro de oración”, les dijo el pontífice.
“Animo a los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas autoridades, a emprender este feliz éxodo hacia la paz con la valentía y la firmeza necesaria para todo éxodo” señaló.
Antes de oficiar la misa el papa latinoamericano hizo una sorprendente parada no programada en el muro de separación entre Cisjordania e Israel, un gesto fuerte y simbólico como los que suele realizar.
Luego se retiró en la residencia Casa Nova, propiedad de la Custodia franciscana en Tierra Santa. Almorzó con familias palestinas, procedentes de Belén, Jerusalén Este, Galilea y Gaza.
Francisco oró de forma privada en la gruta de la Natividad y emprendió un recorrido en coche descubierto y visitó brevemente el campo de refugiados de Dheisheh. Allí escuchó a los niños palestinos y les dirigió unas palabras antes de abordar el helicóptero rumbo a Tel Aviv y luego Jerusalén.
Al llegar a Israel expresó su profundo dolor por el atentado contra el Museo Judío de Bruselas que causó la muerte de cuatro personas, entre ellas dos israelíes. En su discurso de llegada, él condenó también el antisemitismo, la discriminación" y la intolerancia.
En Israel
Encuentro histórico
Francisco y Bartolomeo I
En la iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, el papa celebró un encuentro histórico con el patriarca ortodoxo Bartolomeo I. Ahí firmaron una declaración por la unidad de las dos iglesias casi 10 siglos después del cisma entre Oriente y Occidente. Francisco y Bartolomeo I se arrodillaron largamente ante la tumba de Jesús y el lugar donde resucitó, según la tradición.
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