Esta es una de las frases más coreadas en las protestas populares del Ecuador. La fuerza de su mensaje y el ritmo que desprende al pronunciarla la hacen parte del repertorio indispensable de cualquier grupo que se enorgullezca de reivindicar el ideal de construir la patria grande.
Pero hoy, cuando se recuerdan los 231 años del natalicio del Libertador, cabe reflexionar si el bolivarianismo que reivindicaron los grupos de izquierda a finales del siglo XX, tiene 15 años después la misma fuerza política.
El principal líder sudamericano que desarrolló todo un culto a la figura de Bolívar fue Hugo Chávez. Pero tras su muerte, en marzo del 2013, él terminó por convertirse en el ídolo al cual Nicolás Maduro le rinde, día a día, casi un culto religioso.
La necesidad del actual Presidente venezolano por conservar niveles mínimos de liderazgo político ha hecho que Chávez desplace a Bolívar. La crisis del chavismo puede ser una de las causas para entender las razones por las cuales el bolivarianismo, como corriente, ha perdido entusiasmo, no solo en Venezuela sino en Ecuador. Los encuentros entre el presidente Rafael Correa y Maduro no tienen la frecuencia de los que había con Chávez. Ello sin dejar de anotar que el Mandatario ecuatoriano dijo, hace dos meses en Chile, que en Venezuela se han “cometido errores económicos”.
La ilusión por emular esta tendencia se ha evaporado. Por ejemplo, en los registros del Consejo Nacional Electoral, de las 127 organizaciones políticas inscritas, entre fuerzas nacionales, provinciales y cantonales, solo una lleva el membrete de bolivariano. Se trata de una agrupación registrada en el cantón Huaquillas (El Oro). Es el Movimiento Bolivariano Restauración Fronteriza que, en alianza con Creo -de centro- derecha-, ganó la Alcaldía. Por el contrario, hace 8 años, en las elecciones presidenciales del 2006, hubo dos candidatos que reivindicaban para sí la idea del bolivarianismo.
Uno de ellos era Correa, que triunfó en la segunda vuelta y otro, Marcelo Larrea, cabeza del movimiento Alianza Tercera República-Alba, que obtuvo una votación marginal. Esta agrupación fue borrada del Registro Electoral en el 2007. Esta anécdota electoral no es ni el principio ni el fin del bolivarianismo contemporáneo. El propio Larrea reconoce que finalmente Correa y Alianza País enarbolaron esta bandera, así como la alfarista, pero para guardarla en el clóset de la “confusión política”.
En la lista 35 confluyen varias organizaciones políticas de esta tendencia, como la Alianza Política Bolivariana o Nuevo País, explica Doris Soliz, directora de AP. Larrea cree que esta agrupación se olvidó de los principales ideales de Bolívar: la libertad de expresión y la integración latinoamericana.
A este criterio se adhiere Alberto Acosta, expresidente de la Asamblea de Montecristi, quien reconoce que el principal promotor de la figura de Bolívar, era Chávez, con lo que el bolivarianismo se desinfló.
Dice que el empuje que se dio a la integración petrolera y a la estructura financiera sudamericana ya no existe. “Brasil prefirió caminar con el Brics y en Ecuador, el Gobierno que incluso tenía un discurso alfarista más fuerte que el bolivariano, también lo dejó de lado, diría yo, a partir del 2012”.
El distanciamiento de Correa con el bolivarianismo, según Larrea y Acosta, obedece a sus decisiones pragmáticas: el acuerdo con la Unión Europea, el regreso a los multilaterales o el fortalecimiento de la política extractivista. Fander Falconí, uno de los referentes teóricos de Alianza País los refuta.
El bolivarianismo es un símbolo que junta a los países desde lo político, la perspectiva integradora y soberana de sus pueblos. “Hoy, en todo lo que se refiere a la integración, con sumas y restas, creo que todavía estamos en lo alto de la ola que vino con el antineoliberalismo”.
La discusión política sobre qué pasa con el bolivarianismo puede tener una explicación más clara desde el enfoque histórico.
Enrique Ayala Mora advierte que en la historia latinoamericana, la idea de lo bolivariano siempre estuvo en disputa: con los sectores conservadores que veían en el Libertador la imagen del orden, los liberales y hasta los subversivos. El centro siempre fue Bolívar, porque su pensamiento antiestadounidense dio un discurso de identidad muy fuerte a toda América Latina.
Es por eso que su legado, a criterio de Ayala Mora, marca un referente regional más fuerte que cualquier otra figura libertaria de su época.
Es por esta razón que este historiador prefiere hablar de una crisis del chavismo como tal y no del bolivarianismo. “La oposición venezolana también reclama para sí los ideales del Libertador”. Por lo que concluye que cualquier grupo que promueva la integración latinoamericana y la valorización de su identidad se llamará bolivariano.
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