El erotismo va de la mano de la música pop desde que Elvis meneaba la pelvis. Vale. Todos lo sabemos y si hemos sobrevivido a
En la cama con Madonna ya nada puede sobresaltar nuestra libido. ¿Nada? Desafiando las más volátiles normas del recato y la contención sexual (pronúnciese "shexuaaarlll"), estas últimas semanas hemos asistido a un grotesco desfile de mazas lamidas, nalgas cascanueces, cubrepezones de fantasía camioneril, látigos haciendo ¡chas! en traseros ajenos y vulvas apenas cubiertas (y unánimemente rasuradas), y las protagonistas de tan borboteante caldo de carnes firmes y marranadas blandas no son otras que
las más grandes estrellas del pop juvenil planetario: Miley Cyrus, Britney Spears y Rihanna.
Sus respectivos nuevos vídeos, lanzados todos en septiembre, ya suman más de 240 millones de visionados (contando únicamente los perfiles oficiales de YouTube).
No busques en ellos sensualidad, no esperes imágenes sugerentes. El juego ahora parece reducirse a la más ordinaria de la exposiciones carnales, como si todo el gran tinglado de vender de música fuese como esos carteles de fiestas universitarias que ponen: "¡SEXO! Y ahora que has mirado...".
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