Para Roberto Aguirre, productor del programa 'Yo me llamo', fue un aprendizaje y un cúmulo de buenas decisiones, desde la compra del formato a la holandesa Endemol, pasando por la selección de los jueces (que no resultaron robacámaras como en otros shows), hasta la construcción de la escenografía y la cuestión técnica. La logística y los esfuerzos por concretar el proyecto correspondieron a la sintonía que tuvo.
En Quito lideraron durante los tres meses al aire y en Guayaquil se movieron entre el segundo y tercer lugar; ello a pesar de lo que significó montarse en un horario arriesgado, el de las 20:30, que ha sido un nicho para las telenovelas desde hace 20 años. El funcionamiento de esa estrategia también puede ser un indicador de la necesidad de refrescar la pantalla, que sacude al televidente nacional. 'Yo me llamo' no entró en competencia con otro 'talent show' que alcanzó popularidad, 'Ecuador tiene talento' (Ecuavisa), pues el de Teleamazonas no se transmitió los domingos por la noche sino hasta su etapa final. Para la fase postrera se realizaron tres programas en vivo y dos con transmisión directa y grabada en simultáneo.
Pero ¿qué elementos tuvo el formato de 'Yo me llamo' para alcanzar notoriedad? Aguirre cita sus conversaciones con los expertos holandeses y apunta que al buscar imitadores, la gente encuentra diversidad de géneros y de músicas generacionales, lo que hace que la familia se conecte con cada personaje y se cree un debate alrededor del programa.
La popularidad de Leonardo Favio (Roy Otero) -dice Aguirre- estaba marcada casi desde el inicio, pues a los 'castings' se presentaron cerca de 600 imitadores del argentino y el personaje mantuvo altos niveles en el desarrollo del programa. Lo cual deja conjeturar que el aplauso para Roy Otero, el triunfador del show, está enlazado al apego del ecuatoriano a la figura de Favio; es decir, la estrella hereda al imitador su popularidad. Otro ejemplo que pone Aguirre es el de Américo, el cantante chileno está de moda y al concursante que lo imitó le fue bien.
No hubo favoritismos desde la producción, en ello el productor se muestra enfático. "Todos eran buenos y el público se pronunció". Es más, Aguirre evitó entablar amistad con alguno, simplemente porque no cabía tal relación.
Mas, si al arte lo caracteriza una búsqueda de autenticidad, el premio a la imitación resulta cuestionable. Para Aguirre, esas cosas son subjetivas, al el productor que una película de público frente a un filme comercial: "Todas las cosas son aspiraciones y un programa de TV como este no busca rescatar el arte ecuatoriano, un 'reality' que es una franquicia no puede hilar tan fino, es entretenimiento, diversión". Además, valora la superación de los participantes a través de su cercanía con el público y la ventana que se les ha abierto con contrataciones.
A Roy Otero, las llamadas no paran de llegarle y ya tiene una agenda de presentaciones. Pero, después de finalizado el programa, el canal ya no acompaña al triunfador en su carrera. "Un canal de TV no es un productor musical y les doy la razón", dice Aguirre.
"Comprar una franquicia exitosa no te asegura un buen puesto en el mercado, no significa que culturalmente sea aceptada".
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