Si no fuese por Lionel Messi, el Mundial ya se habría acabado para la Argentina. Todo el plantel y Sabella estarían de vacaciones. Y los hinchas argentinos empezarían a fijarse qué jugadores compraron sus equipos para el próximo torneo doméstico. La distancia entre Leo y el resto de sus compañeros es mucho más grande que la que existe entre sus respectivas cotizaciones. El 10 y capitán, que se proyecta como la gran figura de este Mundial compitiendo con el holandés Arjen Robben y el colombiano James Rodríguez (al brasileño Neymar aún le falta un golpe de horno), fue decisivo en los cuatro partidos que disputó el equipo argentino.
Precisamente, la FIFA lo eligió por cuarta vez consecutiva “Man of the match” (El hombre del partido), por el voto de los hinchas a través de las redes sociales: “Esta vez no sé si es merecido. Lo importante es que estamos en otra ronda, que era lo que queríamos. Costó, pero sabíamos que iba a ser así. Que no hay partidos fáciles. Se vio durante todo este Mundial que quedaron afuera selecciones importantísimas. Nosotros seguimos en camino”. Y explicó sus sensaciones sobre la jugada que terminó en el gol del triunfo y en una alegría inolvidable: “Estábamos nerviosos igual que todos. Pasaban los minutos, no podíamos hacer el gol y cualquier error nos podía dejar afuera del Mundial. Se me pasó por la cabeza que íbamos a ir a los penales. No queríamos los penales porque estábamos muertos, cansados... Queríamos definirlo en el tiempo suplementario. Y por suerte vino esa jugada. Primero, pensé en jugármela para mí. Después, vi que apareció Fideo (Di María) y decidí dársela a él. Y así pudimos festejar. Pero fue muy duro porque no podíamos entrarles”.
Leo ni se dio cuenta del patadón que le tiró Schär en la jugada del gol: “Me lo comentó Mascherano después. Lo importante es que pudimos hacer lo que queríamos. Esa pelota nos dio la clasificación y la victoria”.
Desde que rompió “la mufa” del Mundial pasado con el gol a Bosnia, pasando por el golazo a Irán y el doblete de zurda contra Nigeria, Leo fue subiendo la cuesta. Ayer, contra Suiza, se encontró con un jeroglífico gigante. Pero lo descifró al final. Messi quedó siempre encerrado entre tres suizos, de acuerdo a la estrategia que había armado ese viejo zorro -que ayer culminó su trabajo como entrenador- que es el alemán Otmar Hitzfeld. Cuando se movía del centro a la derecha -la mayoría de las veces- lo tomaron el capitán Ilner, Rodríguez y Mehmedi que bajaba a dar una mano. En cambio, cuando Leo se recostaba por la izquierda, seguía el capitán suizo muy cerca sus movimientos, pero con la colaboración de Behrami y Lichtsteiner. “Sí, yo había dicho que sabía cómo controlarlo a Messi. Le pusimos tres o cuatro jugadores alrededor o bien cerca. Pero él puede decidir un partido en un segundo. Y lo hizo porque tiene los atributos para ser el mejor del mundo”, declaró, en la conferencia de prensa, el entrenador de Suiza, con resignación.
Los genios son así, don Ottmar. Aparecen de la nada, frotan la lámpara y rompen el partido. “¡Genio!”. Eso le gritaron a los 19 minutos cuando pasó con la pelota atada a su botín derecho entre Behrami y Rodríguez, que le tiró “el camión” encima y el sueco Eriksson no cobró. “¡Todo tiene que hacer!”. Ese fue el alarido a los 40, cuando se la llevó a los ponchazos, le dio el pase a Di María y “Fideo” pateó a las manos de Benaglio. “¡Magistral!” Fue el adjetivo usado cuando, ya en el segundo tiempo, sacó ese “balazo” desde afuera del área que pasó apenas alto. “¡Maestro!”. Fue la definición de situación en la que entró a puro amague y sacó el zurdazo que Benaglio tapó abajo y que Palacio no pudo capitalizar.
Para el cierre, Messi reveló cómo vivió ese final infartante, con la última pelota de Dzemali en el palo y el rebote que se fue afuera, y el posterior tiro libre de Shaquiri. “Con mucho sufrimiento... Como estaba el partido, era para sufrirlo. Esto es fútbol y hoy nos tocó la suerte de nuestro lado. Hay que aprovecharlo y seguir. Ya sabemos que todos los partidos son muy parejos y se van a ganar por detalles”.
Detalles que un fenómeno como él hace trizas en una jugada -en un segundo- y les permite vivir un momento inolvidable a 40 millones de compatriotas.
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