domingo, 27 de abril de 2014

GABO MARCHABA AL RITMO DE SU PROPIO TAMBOR: CLINTON

El expresidente Bill Clinton recuerda muy bien la primera vez que entró en contacto con la obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Era 1972 y el futuro presidente de EE.UU., entonces un desconocido, estudiaba Derecho en la Universidad de Yale cuando un amigo le recomendó que leyera 'Cien años de soledad', la obra cumbre del autor latinoamericano.
Tan cautivado quedó con sus primera páginas que no pudo cerrar el libro hasta concluirlo. Incluso, recuerda el expresidente, lo llevaba a clases pese a las miradas molestas de sus profesores.
Años después, ya en la Casa Blanca, Clinton pudo conocer en persona a quien desde entonces ha descrito como uno de sus héroes literarios.
Pese a provenir de esquinas ideológicas distintas, ambos construyeron una fuerte amistad que derivó en muchos encuentros y varias cartas a lo largo de casi dos décadas.
En entrevista con diario El Tiempo, de Colombia, Clinton recuerda a su gran amigo y confiesa que si bien aún no termina de leer todos sus libros ha comenzado a repasar 'Cien años de soledad' como tributo a su muerte.
El expresidente también revela que el tema de Cuba los enfrentó varias veces pero que gracias a su intermediación las álgidas relaciones entre Washington y La Habana mejoraron sustancialmente.
Usted siempre ha dicho que García Márquez es uno de sus autores favoritos. ¿Cuándo entró por primera vez en contacto con su obra y cuál fue su impresión en ese momento?
Leí 'Cien años de soledad' en 1972 cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Yale. Estaba tan cautivado por ese libro que lo llevaba a una clase sobre impuestos que poco me interesaba. En lugar de escuchar la cátedra me dediqué a leer la novela. Marivin Chirlestein, mi profesor, un día me preguntó qué era lo que estaba leyendo, pues era obvio que yo no le estaba prestando atención. Le mostré el libro y le dije que era la mejor novela escrita en cualquier lenguaje desde la muerte de William Faulkner. Siendo un joven criado en el sur de los EE.UU., fue el mayor elogio que pude haber expresado. Lo creía en ese momento y lo sigo creyendo hoy día.
¿Cómo comenzó su amistad con Gabo y en cuántas oportunidades se vieron?
Conocí a Gabo en 1994 durante unas vacaciones en Martha's Vineyard, en Massachusetts. Hillary, Chelsea y yo habíamos sido invitados a una comida en casa del novelista estadounidense William Styron y Gabo, era el huésped de honor junto al gran escritor mexicano Carlos Fuentes. Nunca olvidaré lo amable que fue Gabo con mi hija, que en ese entonces tenía 14 años y ya se había leído tres de sus libros. Él le preguntó a Chelsea, con algo de escepticismo, si los había entendido y tuvieron una larga conversación sobre sus libros y la literatura. Más adelante Gabo le envió a ella una compilación con todos sus libros. Cuando finalmente logramos conversar lo hicimos sobre política y nos enfrascamos en una discusión sobre el embargo a Cuba. Disfruté cada minuto de esa conversación. Un tiempo después su ahijada, Patricia Cepeda, le entregó los libros a Chelsea y una copia autografiada de la primera edición en inglés de 'Cien años de soledad' para mí. Desde entonces nos mantuvimos en contacto a lo largo de los años y desde que abandoné la Casa Blanca traté de verlo cada vez que coincidíamos en Colombia.
¿Cómo fue su relación política con Gabo? Él era también amigo cercano de Fidel Castro y siempre se ha dicho que trató de acercar a Cuba y a EE.UU. cuando usted era Presidente.
A Gabo le encantaba bromear diciendo que era la única persona que era amigo de ambos. Gabo siempre expresó, de manera contundente, su opinión sobre la necesidad de levantar el embargo. Yo le expliqué que no podía levantar el embargo pero que respaldaba el Acto para la Democracia de Cuba, que le daba la autoridad al presidente de EE.UU. para mejorar las relaciones con Cuba a cambio de movimientos hacia la democracia y la libertad en la isla.
En esa época había un éxodo masivo de cubanos hacia Estados Unidos similar al incidente del Mariel en 1980. Yo le pedí a Gabo que le dijera a Castro que si seguía el influjo descontrolado de cubanos hacia costas estadounidenses mi respuesta sería muy diferente a la del presidente Jimmy Carter en 1980. No mucho después, EE.UU. y Cuba llegaron a un acuerdo en el que Castro se comprometió a frenar el éxodo y nosotros prometimos acoger a 20 000 cubanos cada año a través del proceso regular, un proceso que ambas partes honramos hasta el fin de mi presidencia.
Yo pensé que podría terminar con el embargo durante mi segunda presidencia. Había mucho interés en hacerlo, incluso entre la comunidad cubano-americana de Miami, hasta que derribaron los aviones de Hermanos al Rescate en abierta violación de las leyes internacionales. En ese momento el Congreso aprobó una ley que incrementó las sanciones y eliminó el poder que hasta entonces tenía el presidente para levantar el embargo sin la autorización del Congreso.
Las cosas parecen estar moviéndose nuevamente hacia la reconciliación y creo que se podría avanzar aún más si Raúl Castro libera al estadounidense Alan Gross, encarcelado de manera equivocada.
¿Cuándo fue la última vez que vio al Nobel colombiano?
Vi a Gabo y a Mercedes en su casa de Cartagena en mayo del año pasado cuando estuve en Colombia con mi amigo y socio canadiense Frank Giustra, para ver el trabajo que hacemos en respaldo de pequeños agricultores, pescadores, empresarios y estudiantes en Bogotá y Cartagena. Lo visitamos un rato en su casa. Pude ver que los años ya le pesaban, pero estaba de buen ánimo.
¿Qué cree que significa Gabriel García Márquez para el mundo de la literatura?
Gabo escribió libros sabios y maravillosos. Introdujo a millones de personas al realismo mágico, empleando la magia de su imaginación para iluminar la realidad que compartimos: alegría y dolor, amor y pérdida, nobleza y bajos impulsos. Su trabajo incrementó el interés por la literatura latinoamericana alrededor del mundo, lo que ayudó a otros autores latinoamericanos a encontrar nuevas audiencias. Su importancia fue enorme en la creación de una cultura literaria global.
Para la audiencia de habla española Gabo fue un fenómeno. ¿Es visto igual por el público angloparlante?
Sí. Gabo era en esencia un contador de historias, uno de los mejores de todos los tiempos. Nos podía hacer llorar, reír a carcajadas, maldecir con rabia, y perder el aliento ante lo maravilloso. Impactó en personas de todo el planeta.
¿Cuáles son sus libros preferidos de García Márquez? ¿Se los ha leído todos?
'Cien años de soledad', 'El otoño del patriarca', 'El general en su laberinto', 'Del amor y otros demonios', 'Noticia de un secuestro' y 'Vivir para contarla'. Todavía me hacen falta unos tres pero pronto llegaré a ellos. Para honrar su fallecimiento he comenzado a leer nuevamente 'Cien años de soledad'.
¿Por qué Gabo fue tan importante para usted?
Porque sus libros y amistad han constituido preciosos regalos en mi vida. Porque compartíamos el amor por la democracia y la libertad, el odio por el poder brutal y arbitrario y la preocupación por la vida y el bienestar de la gente del común. Porque Gabo marchaba al ritmo de su propio tambor y dedicó su vida a crear memorias que nos estremecerán para siempre.
La noticia. Bill Clinton se enteró de la muerte de Gabriel García Márquez en Nueva York. Estaba en una reunión con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno.
La amistad. Desde 1994 fueron muchos los encuentros y varias las cartas que se cruzaron a lo largo de casi dos décadas.
TOMADO DE DIARIO EL COMERCIO

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