Comer fanesca resulta tan natural para los quiteños, que pocas personas se preguntan sobre el origen de este tradicional plato.
Según datos del Archivo Metropolitano de Historia, el potaje tuvo sus inicios en la época prehispánica, y su preparación coincidía con el festejo del Mushuc Nina o Día del Fuego Nuevo, que dentro del calendario original de los pueblos y con motivo del Equinoccio en el mes de marzo, simboliza el comienzo de un ciclo de vida del nuevo año.
En aquella época, según la misma fuente, el preparado tenía el nombre en quichua de uchucuta, que significa granos tiernos cocidos con ají y hierbas.
Llevaba arvejas, habas, mellocos, choclo, fréjol, zapallo y sambo. De esta manera, se aprovechaba la temporada de cosecha de granos tiernos, la misma que daba inicio desde febrero con los festejos del Pawcar Raymi. Se cree que la uchucuta solía ser acompañada con carne de cuy silvestre.
Con la llegada de los españoles a América, el preparado integró elementos que venían de afuera del continente y otros que tenían simbolismo religioso cristiano. Entre ellos, los lácteos y el pescado.
Así, se combinaron los rituales indígenas ancestrales con el calendario religioso europeo y se estableció para ello como un potaje crucial de este período del año.
Con el paso del tiempo, el plato fue cambiando su denominación por el de fanesca.
La preparación está hecha con base en 12 granos que representan, según algunos, a los apóstoles y las tribus de Israel, mientras que el bacalao simboliza a Jesucristo.
Un artículo del Archivo menciona que hacia 1882, el arquitecto Juan Pablo Sanz hacía una descripción de la forma de preparar la fanesca, lo que da la idea de que la receta se iba consolidando por aquella época.
Básicamente andina, la fanesca se fue extendiendo al país, con algunos cambios como los de usar atún en lugar del bacalao.
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