domingo, 22 de junio de 2014

CARANDOLET SUCUMBIÓ A LO LARGO DE LA HISTORIA AL ENCANTO DE LA REDONDA

                                                                                     

Alberto Spencer solía repetir con frecuencia la anécdota. En el tope de su fama como goleador de Peñarol, el anconeño conoció a José María Velasco Ibarra, circunstancial inquilino del Palacio de Carondelet. En los prolegómenos de la visita, advirtieron al Mandatario que Spencer era un importante deportista, que se desempeñaba fuera del país.
Velasco escuchó todo y, obviamente, no se iba a quedar callado. Al momento de devolverle el saludo a Spencer, dijo: “Sabrá señor que yo también fui deportista como usted, de joven era nadador”. El goleador solía terminar la anécdota recordando lo difícil que era contradecir cualquier cosa que dijera el cinco veces Presidente.
Pero no todos quienes llevaron las riendas del país tuvieron una relación distante con el fútbol. Si revisamos cronológicamente, Galo Plaza Lasso, presidente del Ecuador entre 1948 y 1952, fue el primero que algo tuvo que ver con el más popular de los deportes.

Plaza, en su juventud, fue jugador del Sport Club Quito, uno de los primeros equipos formados en la capital. Fotos de la segunda década del siglo XX lo muestran vistiendo una camiseta con una Q en el pecho.
Carlos Julio Arosemena Monroy, quien alguna vez debió explicarle a Velasco, durante un acto público, los rudimentos del fútbol, reconoció como un “error” el haber permitido la fundación del Club Deportivo El Nacional (1964).
Primo de Carlos Julio, Otto Arosemena Gómez es recordado por ser uno de los presidentes más bonachones a la hora del contacto popular.
De él se recuerda y hay testimonio de su presencia en los partidos de la Segunda Categoría (1967), en el estadio de la Universidad Central. Deportivo Quito y Aucas luchaban por volver a Primera y el Presidente de la República era testigo, nada menos.
De los gobiernos militares de los años 70 (Guillermo Rodríguez Lara y el triunvirato Durán-Poveda-Leoro) no hay mayor memoria futbolística, salvo aquella leyenda urbana que cuenta que sus influencias exageradas ayudaron a que El Nacional, equipo de las Fuerzas Armadas, se destacara del resto en forma contundente.
Los criollos, en aquella etapa, ganaron cuatro campeonatos (1973, 1976, 1977 y 1978).
Jaime Roldós se encontró con la muerte en el Huayrapungo el mismo día en que Ecuador no pudo romper el cerrojo chileno en el Modelo de Guayaquil, en un partido por la eliminatoria a España 82. Algunas fotos recuerdan su presencia en partidos del torneo local de 1980.
Oswaldo Hurtado, personalidad alejada de lo masivo y popular, no dejó de tener gestos futboleros. Por ejemplo, emitió un decreto donde se declaraba persona non grata al pito boliviano Óscar Ortubé, tras aquel memorable Argentina 2 – Ecuador 2 por la Copa América de 1983, en Buenos Aires, donde el juez perdió las manecillas del reloj.
Hurtado, además, nombró a Alberto Spencer para el cargo diplomático que ‘Cabeza Mágica’ desempeñó en Montevideo.
En 1985 salieron del Estado 400 millones de sucres (USD 900 mil de entonces) para que Aucas y Barcelona, los clubes de fútbol más populares del país, construyeran sus estadios. Así lo decidió León Febres Cordero, quien incluso apuró la inauguración del escenario del cuadro guayaquileño, aún incompleto, todo para ser él quien diera el puntapié inicial.
El ingeniero tiene ilustres antecesores inmiscuidos en la historia del fútbol ecuatoriano: su padre, Agustín, fue fundador del Patria, el decano de la práctica balompédica.
“Son frivolidades”, dijo Rodrigo Borja cuando le preguntaron si era cierto que acudía a la inauguración del Mundial de Italia 1990. Del mismo talante distante de Oswaldo Hurtado, Borja no tuvo mayor relación con los goles y los estadios.
No pasó lo mismo con Sixto Durán Ballén. Al comienzo de la eliminatoria a Francia 1998, el arquitecto se erigió como una suerte de cábala para la Selección, a la cual alentó con camiseta y bandera desde el palco mayor del estadio Atahualpa.
Abdalá Bucaram, durante sus seis meses al frente de Carondelet, se hizo nombrar presidente de Barcelona. Ofreció traer a Diego Maradona (de hecho, le pagó) para jugar junto a él en la Noche Amarilla de 1997.
El descontento popular hizo inviable tal espectáculo, porque Bucaram cayó antes de que el equipo amarillo saltara a la cancha. Sin embargo, su presencia marcó el comienzo de una crisis económico - institucional en el club popular.
Abdalá no desdeñaba invitaciones a sumarse a partidos de viejos ‘cracks’. “Guardando las proporciones, pude ser un Spencer”, dijo alguna vez al ser consultado sobre cómo jugaba.
Gustavo Noboa y Alfredo Palacio no aparecieron como protagonistas en las clasificaciones de Ecuador a los mundiales del 2002 y 2006, respectivamente. Sin fanatismo de por medio, de la tibia felicitación, alguna visita protocolaria del seleccionado, no pasaron.
Todo lo contrario pasó con Rafael Correa, quien desde el 2007 se ha vinculado fervorosamente, a partir de su abierta simpatía con Emelec.
Los campeones locales, tras la vuelta olímpica, han tenido que comparecer a los almuerzos de Carondelet. La Selección que viajó a Brasil hizo una escala para ser despedida en un acto de masas en la Plaza Grande, algo no visto antes.
Hasta la Copa Libertadores que ganó Liga en el 2008 apareció en uno de los balconazos usuales de Correa, quien en la sabatina o en Twitter no ha perdido ocasión para meter puyas a sus rivales...deportivos.

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