JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
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Alguien tenía que decirloSábado, 21 de junio, 2014 - 18h41
¡Supermessi y Superenner al rescate...!¿Es un pájaro...?, ¿es un avión...? ¡No, es Messi...! El avión de Argentina, con los motores en llamas, se estrellaba irremediablemente contra el suelo, pero apareció, una vez más, el superhéroe, atajó el aparato y lo depositó con suavidad en tierra firme. No todos salieron ilesos; el técnico Sabella quedó chamuscado, el libreto del equipo se incendió, varios jugadores presentan quemaduras.
Aún sin perder, el 0-0 frente a Irán era un ridículo mayúsculo para Argentina, que compuso, quizá, su peor actuación en los casi tres años de Sabella como entrenador argentino. Hasta el minuto 91, el equipo albiceleste fue un páramo futbolístico, ni una idea, ni el oasis de dos pases seguidos, ni una patriada individual. Nada, cero. Lo único, como siempre, Messi, intentando alguna buena jugada, pero totalmente abandonado a su soledad. Todos dicen querer a Messi, pero nadie le devuelve un pase ni se le ofrece para triangular.
Los futbolistas tienen olfato canino: cuando ven que el de enfrente no es nada, se le van encima. Eso sucedió con Irán. Se habían situado los once atrás previendo un vendaval argentino. Sin embargo, en un momento dado se percataron de la insólita flojedad adversaria y comenzaron a sopesar un plan, hasta ahí impensado: atacarlo. Lo hicieron. Y convirtieron al arquero Romero en figura tapando tres pelotas con claro destino de gol.
Siempre se puede estar peor. La pavorosa presentación ante Irán obró un milagro: que la desabrida faena frente a Bosnia pareciera aceptable. De lo visto hasta ahora, Argentina no alcanza el nivel de candidato. Está en octavos de final porque tiene a Messi (a quien le debe quedar cada vez más claro que será difícil ser campeón del mundo con esta selección). En un momento del primer tiempo, el numeroso público argentino en Belo Horizonte calificó lo que estaba viendo con un canto: “Ooolé, olé, olé, olááá... Irán, Irán...”
El gesto adusto, contrariado de los jugadores albicelestes graficaba su desorientación. No hay alegría en su juego ni en sus rostros. No aparece la armonía, que es la madre de todo funcionamiento, de todo sistema o estilo. De la armonía parte el convencimiento y de este la ilusión. A propósito de ello, el diario Marca, de Madrid, acertó con el titular del partido: “El sistema es Messi”, puso, no hay más. Al menos de momento. Ojalá logre levantar en lo que viene.
Los tres entrenadores argentinos en este Mundial (Pekerman, Sampaoli, Sabella) han disputado dos partidos cada uno. Y ganaron los seis. No obstante, los dos primeros parecen tener las ideas clarísimas respecto al juego, a sus equipos. A Sabella se lo ve confundido, y el plantel parece captar esa turbación. “Lo bueno es que hizo autocrítica”, comentó un periodista en la sala de prensa. “Sí, pero con autocrítica no salís campeón del mundo”, le respondió otro.
De cómo ha cambiado el fútbol, habla este partido. En décadas anteriores, jugando igual de mal, Argentina de todos modos hubiese ganado 4 a 0. Esta vez apenas lo rescató el milagroso zurdazo de Messi, que llevaba tanto efecto que parecía irse lejos del arco y finalmente terminó colándose incluso sin tocar el palo. Irán, aún metido atrás, lució mejor, fue más ofensivamente y mereció llevarse algo. Incluso hubo un penal de Zabaleta a Dejagah que el juez serbio Mazic no vio. Pareció que el marcador había despejado la pelota, pero nunca la tocó, sí le pegó al atacante iraní. Mazic estaba detrás de ambos, por eso no lo vio.
La película argentina tuvo idéntico libreto en las dos primeras presentaciones: diálogo pobre, guión insulso y bostezos hasta que aparece el superhéroe, arranca las únicas sonrisas de la platea y The End.
* ¿OTRO CABECITA MÁGICA...? También Enner Valencia se quitó los anteojos, la corbata, el saco, se puso el ajustado traje de superhéroe y voló a tiempo para salvar a Ecuador del abismo. El 2-1 final sobre Honduras es casi todo mérito suyo, de su notable olfato de gol. Está siempre con las antenas paradas, listo para picar al vacío, para pescar el rebote o conectar el centro. Enner es una bendición para el fútbol ecuatoriano, tan árido últimamente en materia de figuras.
En el primer gol pareciera que apenas tuvo que empujarla, pero no es así, hay mucho mérito: venía siguiendo la jugada, anticipó a la marca y definió bien. Otro tal vez la tira afuera; otro no primerea. Eso revela su astucia, su innata condición de artillero. Y en el segundo ratifica su viveza para colocarse en el área, saltar en el momento exacto y darle de pique al suelo, lo que más descalabra a los arqueros.
Y hubo un tercero, para nosotros válido, pues la mano de Antonio Valencia fue casual y la jugada valía. Ahí la definición de Enner fue notable, rápida, de gran precisión, al ángulo alto, inatajable. Vale considerarlo pues para él la jugada seguía y lo hizo espontáneamente. Un talento inmenso para hacer red.
Ahora más que nunca se lamenta el grueso error de Arroyo en el primer partido. Con un punto más, Ecuador tendría una chance mucho más robusta. Ahora hay que sumar frente a un equipo temible en ataque como Francia. Igual, no debe descartarse que Honduras pueda vencer a Suiza. El cuadro helvético volvió a evidenciar que, si lo atacan, tiene problemas. Y Honduras va suelto, sin nada que perder, se plantea el honor de su primer triunfo mundialista.
Un Valencia es figura del Mundial. ¿Y el otro...? Durante la Eliminatoria podíamos afirmar que lo veíamos desconocido a Antonio, ahora casi no entra en juego. ¿Qué le pasa...? ¿Tiene cortocircuitos con algunos compañeros...? No es que hayamos escuchado rumores ni estamos enterados de nada, simplemente es una lectura de sus gestos.
Del resto, muy positivo como casi siempre Noboa, sólido Erazo, voluntarioso y atrevido Paredes. Y poco más. Pero todo esto son entremeses, el plato fuerte es el miércoles, frente a Benzemá y sus amigos.
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