Hasta mayo del 2010, la tónica del volcán Tungurahua era bulliciosa, lanzaba cantidades moderadas de gases y su zona de alcance o extensión con la ceniza no era tan grande.
Es decir, era un volcán estromboliano (se llama así por el volcán Stromboli de Italia).
Después de ese año, el comportamiento cambió, dice Patricia Mothes, vulcanóloga del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
Desde entonces, el Tungurahua es considerado vulcaniano (también por el volcán Vulcano, Italia), porque en mayo del 2010 tuvo una tremenda explosión, que llegó hasta Guayaquil y cerró el aeropuerto.
Ese comportamiento se debe a que se forma una especie de tapón en el conducto del volcán, porque el magma se enfría y se hace espeso (viscoso).
Debido a la obstrucción se acumula más presión y se producen las explosiones violentas, que pueden alcanzar más de 10 kilómetros de altura desde el nivel del cráter.
Eso precisamente fue lo que sucedió la tarde del 1 de febrero del 2014, cuando se presentó una fuerte erupción, cuya ceniza llegó hasta Quito, Cuenca, Macas y Azogues.
Entre el 2010 y este año ha habido varias reactivaciones de esas características (ver gráfico abajo).
Hace casi 15 años (13 de octubre de 1999), el volcán se reactivó tras un siglo de haber estado en total calma.
Ese octubre se divisó el fuego rojo sobre el cráter y su comportamiento no fue violento. También emitió gases, pero el olor a azufre era muy fuerte, recuerda Mothes.
Entonces, las aves empezaron a morir por los gases y los habitantes comenzaron a desesperarse. "Había gran pesimismo en la gente", dice ella.
Luego empezó a salir la ceniza que cayó sobre las poblaciones de Quero, Ilapo, Santa Fe y otras zonas.
En esas condiciones, el gobierno del expresidente Jamil Mahuad, que no quería tener un solo muerto por el volcán, dispuso la evacuación masiva de las personas que vivían en la zonas consideradas de alto riesgo por las erupciones.
El 17 y 18 de octubre se movilizaron alrededor de 25 000 habitantes de Baños, Pondoa y otros poblados .
Tras esa experiencia, se formaron los vigías y se capacitó a la población para enseñarle cómo actuar ante una nueva erupción. Se ha hecho simulacros, se han establecidos las zonas seguras para la evacuación y se han señalizados los sitios seguros y peligrosos en el caso de que suceda una erupción.
En los casi 15 años, los pobladores han aprendido a convivir con el volcán, comenta Pedro Medina, vigía del coloso durante 12 años. Él vive en la población de Cusúa (Pelileo, Tungurahua) y desde ahí monitorea, en el día y la noche, cada movimiento extraño del volcán.
La desesperación
Los campesinos de El Manzano, una comunidad de la parroquia Puela (Chimborazo), piden alimento para su ganado, que se quedó sin pasto.
Vicente Reyes es uno de los más desesperados por sus ocho vacas, que no tienen qué comer. Sus mugidos son angustiantes. El pasto está totalmente lleno de ceniza fina y negra, que impide comer a los animales.
El guineo de rechazo y un saco de 25 libras de polvillo de arroz son repartidas en porciones pequeñas para que alcancen para varios días.
Reyes, quien es vigía del volcán desde hace 15 años, se sostenía de la venta de la leche que le daban sus 40 vacas en 1999. Tras la reactivación vendió sus animales. "Nos llegaron las dos crisis: la del volcán y la dolarización que acabó con todo lo que teníamos".
La falta de alimento también es un problema para Segundo Gavilanes, uno de los dos habitantes de la comunidad Yuibug. Sus dos vacas no siquiera quieren comer los desechos del maíz, porque las hojas también están contaminadas por la ceniza. En su caso, la situación es crítica, porque sus vacas están preñadas de seis meses y no tiene ningún tipo de alimento. Allá no ha llegado la ayuda de ninguna institución.
En contexto. La reactivación del volcán Tungurahua comenzó en 1999, luego de casi un siglo de tranquilidad. Desde entonces, las poblaciones asentadas en las faldas del volcán son afectadas constantemente por la ceniza. Muchas familias migraron a otros cantones y provincias.
Fotografía de mi Autoría.
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