Se suponía que Gerardo Martino iba a hacer jugar de otro modo al Barça, con menos toquecitos, con más saques en largo de Valdés. Parecía el momento de darle una vuelta de tuerca al rondo, de ir más allá de lo obvio. Se suponían demasiadas cosas y desde luego ninguna tan cierta como que Martino, con su eterno polo pistacho, ya es responsable del mejor arranque liguero en la historia azulgrana. Siete victorias seguidas, la última en Almería, con goles de Adriano y Messi, lastimado después en el muslo derecho. La única mala noticia de un sábado plácido para el líder del campeonato.
Ningún equipo en Primera sabe tanto a lo que juega como el
Atlético. Y nadie tiene tantas dudas sobre lo que quiere ser
como el Madrid. Así que el derbi, donde importan tanto las certezas, se lo llevó
de calle Simeone. Entre otras cosas porque
Koke se entiende con los ojos cerrados con Diego
Costa y porque, tras casi dos años haciendo lo mismo, Arda conoce de
sobra el momento de la incorporación de Filipe. Illarramendi, Isco o Bale, los
tres referentes del nuevo Madrid, no pueden presumir de lo mismo, sino más bien
de todo lo contrario.
Sólo con tiempo y trabajo se engarzan los mecanismos de un equipo. Los plazos que debió apurar José Mourinho, por ejemplo, incluso tras el durísimo trance del 5-0 en el Nou Camp. Su credo se basaba en la seguridad defensiva y las brutales transiciones. Ancelotti quiere otra cosa. Lo malo es que aún no se sabe muy bien qué.
Sólo con tiempo y trabajo se engarzan los mecanismos de un equipo. Los plazos que debió apurar José Mourinho, por ejemplo, incluso tras el durísimo trance del 5-0 en el Nou Camp. Su credo se basaba en la seguridad defensiva y las brutales transiciones. Ancelotti quiere otra cosa. Lo malo es que aún no se sabe muy bien qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario