domingo, 8 de diciembre de 2013

GUSTAVO NOBOA: ME "AVERGUENZA" LO QUE SUCEDE CON LA UNIVERSIDAD ESTATAL DE GUAYAQUIL

Carlos Rojas A. y Elena Paucar Domingo 08/12/2013
¿La categorización de las universidades que presentó el Gobierno a través del Consejo de Evaluación (Ceaaces), confirma que la educación superior está en crisis?
Esta situación no podía tener a nadie contento. Los partidos de extrema izquierda se tomaron la universidad en el Ecuador, bajo el argumento de que iban a impulsar una reforma que sacaría adelante al país. Nunca hubo tal revolución y la universidad quedó convulsionada. La Universidad Estatal de Guayaquil tuvo recién un cambio con León Roldós (1994-2002).
Que en 11 años se diluyó...
No creo que está diluido pero va en ese proceso.
Ese centro pasó a la categoría D, ¿qué más puede pasar?
La excelencia académica es para mantenerla. El problema surge cuando el MPD se tomó la universidad y allí están los resultados. Por eso había que realizar este cambio.
¿Cree que el actual Gobierno lo está haciendo?
Ha tenido dos ventajas: ha durado en el tiempo, porque en el corto plazo solo se pueden hacer reformas incipientes y la del Gobierno es una reforma importante. La otra ventaja es que es un Gobierno fuerte, con una Asamblea a su favor. El Presidente habla de las universidades de zaguán. Este es un término fuerte, pero claro.
Si una de las ventajas de este Gobierno es que ha permanecido en el tiempo, ¿por qué en siete años no se percató del deterioro de la Estatal, que es la más grande del país?
Yo no creo que el Gobierno deba ser el niñero de las universidades. Cuando Roldós llegó a esa Universidad puso todo su esfuerzo por sacarla de la desgracia. En son de broma se decía que allí se hablaban dos idiomas: el español y el 'osheísmo', porque todos decían: 'oshea profeshor'. En la Estatal se había degenerado hasta el idioma. Más bajo no podíamos quedar.
¿Si el Gobierno no es niñero de las universidades, por qué decide intervenir en esta y en las otras de categoría D?
Está bien que la gente se queje. La reacción de la sociedad y de las universidades ha sido ejemplar. Los padres quieren que sus hijos vayan a estudiar, no a las huelgas. Había profesores que de las tres horas de clase que tenían solo daban una. Eso se llama estafa a los estudiantes y a la sociedad.
¿Y por estos casos se debe juzgar la calidad universitaria según el número de profesores PhD, cuando el país no permite formar tantos docentes de este nivel?
La verdad es que el profesorado ecuatoriano era del grupo 'ventu'. Es decir que el decano decía: ven tú, ven tú, ven tú. Todos eran amigos y los decanos duraban 20 años. El grupo 'ventu' se transformó en una verdadera mafia.
¿La única vía para lograr la excelencia académica es reclutando profesores PhD?
Había profesores que iban a dar clases de 7 a 8 de la mañana, y no volvían más, en parte porque los salarios te obligaban a trabajar en varios sitios. Esos profesores no investigaban, no iban a la universidad, no absolvían consultas de los estudiantes. Esa realidad no construye excelencia como tampoco el tener por tener profesores PhD.
¿Por qué?
Si se piensa en que habrá un mago que nos diga que de la noche a la mañana vendrán los PhD, estamos equivocados y que proliferen esos títulos es peligroso.
Un doctorado demanda años completos de estudio para un estudiante que seguramente llega a su adultez sin haber participado en una actividad económica. ¿No es contradictorio tener ese tipo de docentes en un país donde la principal urgencia es dinamizar y fomentar el empleo?
En las grandes universidades, los profesores están todo el tiempo en sus facultades. Allí están los expertos en los laboratorios, los que se ganan los premios Nobel.
La UDLA, que está en la categoría C, asegura que el 90% de sus profesionales encuentra trabajo. ¿No es este un factor que reconocer, más allá de cuantos PhD den clases?
Es de esperar que el Gobierno busque mejorar los métodos en este proceso de evaluación.
¿Es rígido el modelo que ha aplicado el Ceaaces: solo priorizar el desarrollo científico cuando la universidad latinoamericana tiene 30 años de retraso en esta materia?
Es un modelo riguroso y estoy de acuerdo en ello. Hemos sido muy manga ancha y hay que meterle una virada a la tuerca. No podemos seguir produciendo mediocres, porque si el Ecuador los exportara ese sería el tercer rubro, luego del petróleo o los camarones.
¿La universidad ecuatoriana es mediocre?
No toda. No daré nombres, pero hay universidades que de esa palabra no han tenido nada, ¡por favor!
¿Y en qué categoría están las mediocres: en la B, C o D?
No tengo idea.
El Gobierno creó esas letras y clasificó a las universidades.
Está bien la calificación. De los parámetros que se usaron conozco poco y ese no es mi problema.
¿El Gobierno tiene que ponerle letras a las universidades? En otros países lo hacen instancias independientes.
Es cierto y esas acreditaciones a veces las busca cada facultad, ni siquiera la universidad. Pero eso no limita lo que ha hecho el Estado. Al Estado le toca velar por la educación, pues invierte mucho dinero.
¿Por qué la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, de la cual usted fue rector, sigue en la categoría B?
Porque no tiene una amplia investigación. Y lo tiene que hacer más, a pesar de que la investigación científica es muy costosa. Yo llegué a ser presidente de la Comisión de Investigación Científica que existía en el Ecuador. En tres o cuatro momentos, teníamos que vetar a investigadores ecuatorianos que copiaban las investigaciones de otros. Yo tenía que engrapar ambas investigaciones para decir que no era más que una copia vulgar. ¿Puede eso ser un profesor? También hay funcionarios y políticos que falsifican títulos o a los que se les acusa de haber plagiado sus tesis…
Yo no estoy hablando de políticos, sino de la Universidad.
Si la investigación es costosa y el país no ofrece las condiciones para fomentarla, ¿no es injusto que las universidades reciban un sello por eso y desciendan en categoría?
Las universidades tienen sellos y se los ponen los alumnos. Mi nieto quiso ir a la Universidad San Francisco de Quito a estudiar Derecho. Le dije que en Guayaquil hay buenas universidades en esa carrera, pero él me dijo: yo quiero la mejor.
¿Cuánta gente puede estudiar Derecho ahí, que es la más cara de Quito?
Eso es otro tema. Lo que yo digo es que el estudiante y el profesor ponen un sello a las universidades. Siempre hay la opción de la beca, de la matrícula diferenciada, y por allí es donde se debe mover para impulsar maestrías y doctorados.
¿El Gobierno ha impulsado la beca como política pública?
Entiendo que sí.
En los años 60 se aprobó el libre ingreso y al masificarse la presencia de estudiantes decayó su calidad. ¿Cuando este Gobierno dispuso la gratuidad total también se afectó el concepto de excelencia?
El libre ingreso propició el libre egreso: el facilismo. Llegaron más estudiantes y con ello, más profesores. No había aulas sino galpones. Llegó la presión por graduar a todos: ya no se entregaba el título de Doctor en Derecho, sino de Abogado. El alumno no quería ni dar exámenes. Medio siglo de retraso.
Usted se graduó en la Estatal de Guayaquil. ¿Qué siente al verla en la categoría D?
Me avergüenza, como universitario me avergüenza. La crisis no es solo por el libre ingreso. Vino el gobierno paritario: igual número de estudiantes, de trabajadores, de profesores. ¿Acaso los trabajadores, con el respeto que se merecen, tienen la misma categoría que un académico? ¿El joven que está en primer curso y que acaba de tener la fiesta del novato puede tener el mismo voto que un profesor? La culpa de todo esto tiene la misma universidad. Ella se autodestruyó.
¿Cuál es su opinión ante la queja de varias universidades que señalan que esta evaluación pasó por alto esfuerzos importantes como la construcción de laboratorios por privilegiar indicadores tan rígidos como la falta de PhD?
Siempre, el que pone una nota, puede equivocarse. Yo no puedo juzgar a ninguna universidad. Lo que sí es importante es que este proceso permita posibilidades de reivindicación para que las universidades cambien de categoría. Las universidades tienen derecho a ser recalificadas.
¿Más allá de los plazos que ha puesto el Gobierno?
La exigencia de meterle una vuelta más a la tuerca ha sido válida. Pero, dada ya esa vuelta, podría echársele un poco de grasa, para hacer más flexible el proceso.
¿Esos errores o excesos pueden ser malintencionados?
Yo siempre pienso bien.
Usted saluda la determinación de este Gobierno en la reforma universitaria. ¿Por qué cuando usted era Presidente no hizo lo mismo?
Yo tomé un país quebrado, destruido. Tenía que recuperar la economía, impulsar la dolarización, pacificar este país. No podía abrirme un frente tan difícil como este. Pese a ello, impulsamos una ley en el Congreso que mejoró ligeramente las cosas.
¿Los parámetros con los que el Régimen mide a la universidad son realistas? ¿No se peca de cierto esnobismo al traer referentes internacionales? ¿Cuál es la realidad ecuatoriana? ¿La mediocridad?
Eso no lo puedo aceptar. Hemos sido muy laxos, muy flexibles. Hay universidades que no pueden investigar, otras que tienen una máquina de hacer títulos profesionales. Además, otro de los problemas que tiene la universidad es su falta de financiamiento, porque investigar es muy costoso. La universidad gratuita solo se puede dar en países millonarios. Aquí no hay ni gente que haga donaciones...
Con esa reflexión, ¿qué futuro les espera a la Estatal y a la Central de Quito, que son las más grandes del país?
Es un problema muy grave. Todo joven cree que la universidad es su futuro y no todo joven está preparado. Cometemos un grave error. Hay un déficit terrible de mano de obra y de técnicos. Este es un problema que le compete a los colegios; pensarse más como técnicos y no solo como bachilleres.
¿Por qué, entonces, no empezó el Gobierno por allí?
Esto es una sinfónica. Los cambios a la educación básica, media y superior se manejan a la vez.
Hoja de vida
Quién es: Jurista, de formación salesiana, formador de jóvenes, catedrático universitario. Fue Presidente de la República entre el 2000 y el 2003.
Su punto de vista. Aplaude la reforma universitaria en marcha. Hay que terminar con la mediocridad en la educación superior.
TOMADO DE DIARIO EL COMERCIO

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