Su vieja calle empedrada, la clásica arquitectura de sus fachadas y
su romántico silencio cautivan e inspiran. Entre el cerro Santa Ana y el
río Guayas permanece, como si resistiera al paso del tiempo, el barrio
Las Peñas, donde nació Guayaquil, ciudad que este viernes 25 de julio
celebra 479 años de su fundación.
La paz de este emblemático sector lo convierte en un oasis o refugio
para quienes huyen de la urbe que vibra intensamente por el ajetreo
diario de toda ciudad moderna. Allí, sus huéspedes tienen un encuentro
con la historia, el arte y la cultura huancavilca.
Historiadores coinciden en que este sector toma su nombre por las
enormes rocas calcáreas de las faldas del cerro que llegaban hasta el
río y que a su vez, protegían de las crecidas a las antiguas viviendas
del lugar, que en sus inicios fueron habitadas por pescadores y obreros
de los astilleros del sector que hoy se conoce como La Atarazana.
Se dice que los médicos de la época mandaban a los enfermos de
bronquitis a respirar el aire puro en este lugar para ser curados.
Con el paso de los años, familias pudientes desplazaron a los
antiguos propietarios y construyeron sus casas con vista al río y
características estructurales de corte europeo. Eran tiempos del ‘Gran
Cacao’, en pleno apogeo de exportación de este producto agrícola de la
costa ecuatoriana.
Desde Las Peñas se defendía a la ciudad de los ataques de piratas.
Los vestigios de ese espíritu guerrero aún están presentes en el lugar
conocido como La Planchada del Cerro, que fue una fortaleza, hoy
convertida en plazoleta, donde permanecen dos inmensos cañones que
disiparaban a cualquier invasor.
Pero si Guayaquil resistió el ataque de piratas y bandidos, no lo
pudo hacer con los grandes incendios que asolaron a la ciudad en los
años 1896 y 1902, que arrasaron este barrio y siglos de historia de las
edificaciones.
No obstante, el espíritu emprendedor de su gente permitió reconstruir
la nueva ciudad, conservando la arquitectura colonial original. Así, no
solo Las Peñas y la ciudad resurgieron de las cenizas, sino también el
ímpetu de los guayaquileños.
Alfaro, Hemingway y el Che
La fresca brisa y paisaje de Las Peñas cautivó a hombres importantes
de la historia ecuatoriana. Al pie de la calle Numa Pompilio Llona
vivieron once expresidentes, entre ellos, el ecuatoriano más ilustre de
todos los tiempos, Eloy Alfaro Delgado, líder de la Revolución Liberal.
También acogió a notables literatos y músicos como Antonio Neumane,
compositor de la música del Himno Nacional. En su casa actualmente
funciona un centro artesanal. También vivieron los escritores Juan
Montalvo, el estadounidense Ernest Hemingway, Enrique Gil Gilbert, la
educadora Rita Lecumberry y otras figuras del arte.
El legendario revolucionario argentino Ernesto Che Guevara, es otro
de los personajes latinoamericanos que pasó por este tradicional barrio.
En octubre de 1953 se hospedó en una habitación de madera con vista al
río. Hoy, un busto en su memoria se levanta a pocos metros de la
sencilla casa donde vivió sus sueños de una América más justa.
El barrio Las Peñas es uno de los lugares más preservados de la
ciudad, luego de que en 1982 el Estado lo declarara Patrimonio Cultural
del Ecuador.
El Municipio local lo intervino del 2002 al 2008 con obras de
regeneración, pero recientemente, el gobierno Nacional, a través del
Instituto de Patrimonio Cultural, restauró más de 20 inmuebles que
presentaban algunas signos de deterioro debido al clima húmedo de la
urbe.
Su romántico ambiente es atractivo para cientos de turistas que
visitan a diario este rincón porteño. Pero también es fuente de
inspiración para pintores, escultores y otros artistas, que han escogido
este lugar como el sitio ideal para dar forma a sus creaciones.
“Las Peñas es tan pequeño, pero encierra tanta nostalgia de épocas
idas, es tan acogedor que me inspira. Sus calles, su río, su silencio te
sobrecoge. Sinceramente no hay mejor lugar para el arte”, dice el
pintor Ricardo Mafaldo, quien -con pincel en mano- da forma a un
frondoso árbol en su galería.
“Y yo encuentro a este sector muy bello. Su gente, el diseño de sus
casas, se parece mucho a los viejos barrios de mi Buenos Aires”, expresa
el turista argentino Aldo Dijan, quien junto a un grupo de italianos
visitó esta semana el lugar.
El barrio actualmente ofrece galerías, una Casa del Artista Plástico,
un centro artesanal y bares que combinan con renovado equilibrio
estético lo bohemio con lo artístico.
En esta época, por las festividades de la ciudad, cientos de
visitantes se vuelcan a este tradicional sector a participar de las
exposiciones culturales que brindan distintas instituciones.
Seguramente su calle, su arquitectura neocolonial, sus colores,
balcones, persianas, faros, el cerro, el río y su paz seguirán
cautivando e inspirando como siempre.
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