domingo, 1 de junio de 2014

BRASIL FRENTE A BRASIL, EL RECUERDO DEL MARACANAZO PESARÁ


El Mundial a la vista tiene un cartel imponente: un escenario evocador (Brasil), un dramón sin cicatrizar desde hace 64 años (“Maracanazo”), ni un solo campeón ausente (Brasil, Uruguay, Argentina, Italia, Alemania, Francia, Inglaterra y España) y los tres grandes iconos del universo futbolero (Messi, Cristiano y el emergente Neymar). En principio, se intuyen dos grandes retos por encima de todo: Brasil contra Brasil y Brasil contra todos. Para la selección de Scolari no hay otra ruta que ganar, ganar o ganar. Lo demás sería un descalabro. Se lo debe a la memoria de Barbosa, su imponente historial le obliga y ayudaría a sofocar toda protesta popular contra la mastodóntica financiación del evento.
A Brasil, el único país que ha participado en todos los Mundiales, le debe el fútbol su mejor paraíso, pero hace tiempo que del “dunguismo” al “scolarismo”, la “canarinha” se ha sacudido la gracia que le encumbró para ser un conjunto más pragmático, un viaje del placer al deber. Solo Neymar tiene derecho a salirse del guion, y con matices. Como yo lo fue en el ensayo de la Copa Confederaciones 2013, Brasil será un equipo rotundo, intenso y con piernas de sierra. Enfrente, un grupo de aspirantes liderados por España, que defiende la estrella de Sudáfrica con unas cuantas incógnitas. Nadie ha repetido trono desde Brasil en el 58 y 62, lo que da idea de a qué se enfrentan los de Del Bosque, que tendrá que retocar el mecano sin desteñir el estilo, doble reto. Nada genera más quebraderos de cabeza al seleccionador que definir la delantera en un equipo de falsos arietes que ahora flirtea con Diego Costa, un desenlace para el gol que poco tiene que ver con la sinfonía general del equipo. Para el técnico será fundamental las miradas que encuentre en el vestuario, el hambre que destilen tras seis años en la cúspide. El grupo de inicio, con Holanda, Chile y, se supone, que Australia de telonera, no será una puerta de par en par. Un traspié podría condenar a la Roja a medirse con Brasil en un cruce de octavos.
Nadie ha repetido trono desde Brasil en el 58 y el 62, lo que da idea de a qué se enfrentan los de Del Bosque, que tendrá que retocar el mecano sin desteñir el estilo, doble reto
Argentina, si resuelve el santo grial de Messi, y Alemania, que debiera culminar su transición del fútbol de Hércules al más refinado de violinistas como Lahm y Özil, también presentan su candidatura. Como Italia, que con su cromosoma competitivo casi siempre es una amenaza, no importa que la lectura de su alineación o su sistema táctico cale poco. Al fondo, también estará Holanda, renovada por Van Gaal. Inglaterra quizá vuelva algún siglo de estos, pero no muchos la esperan por ahora. Como hace tiempo que amaga sin éxito el fútbol africano, esta vez representado por Camerún, Ghana, Nigeria y Costa de Marfil. Y tampoco hay que olvidar la pujanza americana, con el pequeño gigante uruguayo al frente de un pelotón con Estados Unidos, México, Costa Rica, Colombia y Ecuador.
Será un Mundial excitante para Bosnia, que debuta, como para Bélgica, que regresa a la élite con un equipo recio y bien compensado. Lo que espera Portugal, crear una fortaleza alrededor de Cristiano Ronaldo. El genio portugués, como tantos otros, llegará a Brasil magullado por unos cursos cada vez más extenuantes. Más no se pueden exprimir, y ante un Mundial, la gran pasarela, cualquier está dispuesto a regatear los ligamentos y lo que haga falta. Y si la alfombra está en Brasil, mayor incentivo no cabe.

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