domingo, 1 de junio de 2014

EL BRASIL CAÓTICO PERTURBA A LA FIFA

Joseph Blatter debe ser uno de los practicantes del ‘bullying’ más asiduos del planeta. Es lo que llamarían las adolescentes ecuatorianas un ‘intenso’. Prácticamente ha acosado a Brasil por todos sus problemas en organizar (o desorganizar, ya no se sabe) el primer Mundial de Fútbol en Sudamérica desde 1978.


El Presidente de la FIFA encabeza esta campaña de presentar a Brasil como un país inepto, incompetente y hasta corrupto. Nada le gusta. Nada está bien. Se ha tirado de los pocos cabellos que le quedan (ninguno de tonto, por supuesto) cada vez que revisa cifras y plazos y el rojo resalta en el balance, aunque lo que más le afecta es que la opinión pública culpe a la FIFA de este caos.
Tampoco se queda atrás el secretario de la entidad, Jérôme Valcke, quien en realidad fue quien dio inicio al ‘buleo’ cuando, en marzo del 2012, se olvidó de lo políticamente correcto al expresar que Brasil necesitaba “una patada en el trasero” para tomarse en serio el Mundial.

Valcke dijo esto porque las obras para los estadios estaban atrasadas y también porque los diputados brasileños, perezosos como en toda legislatura que se respete, se demoraban en aprobar el proyecto de leyes para el Mundial.  El texto incluía el permiso para la venta de cerveza en los estadios, algo que prohíbe el Estatuto del Hincha para evitar que los fanáticos se agredan en las gradas pero que es vital para la FIFA por asuntos de mercadeo.

Desde entonces, los personeros de la FIFA se han dedicado a criticar a los organizadores, que tomaron las ofensivas palabras de Valcke no como una agresión a la parte baja de la espalda brasileña sino a la dignidad del país. De hecho, se lo quiso declarar persona no grata, pero Blatter viajó a Brasil, se puso más bravo con la presidenta Dilma Rousseff e impuso la presencia de su secretario como enlace entre la FIFA y los organizadores locales.

Todos debieron respirar hondo, calmarse, poner sonrisa forzada y seguir adelante, pues Blatter empezó a insinuar que tenía listo un plan B para reemplazar a Brasil. Sí, esas alusiones a que en Inglaterra podían perfectamente asumir la sede  en caso de emergencia eran parte de este ‘bullying’.
¿Calmarse? Qué va. La FIFA no ha dejado de presionar, como si fuera impulsador telefónico de tarjetas de crédito, porque el fracaso de la Copa Confederación en lo logístico y en el plano de la seguridad realmente puso furioso a Blatter.  También a correr, pues las sorpresivas manifestaciones populares en contra del Mundial lo obligaron a escaparse a Turquía, para inaugurar un Mundial de menores.

Claro que volvió para el partido final entre Brasil y España y, de paso, criticar la mala calidad del césped de los estadios. Era tan deplorable lo que se vio en el Maracaná, que se lo pintó de verde para que la televisión no pasara esa vergüenza.

Blatter habló  (amenazó es más preciso) con el Gobierno brasileño, después de la competición. “No fue una reunión política, pero sí enfatizamos el tema de la inestabilidad social. El Gobierno ya sabe que no debe haber disturbios en el Mundial del próximo año”, declaró Blatter, el ‘Papa de la número 5’, para luego lanzar este misilazo que generó dolor en el Palacio do Planalto: “Si esto vuelve a suceder, tendremos que preguntarnos si tomamos la decisión equivocada al otorgar la sede a Brasil”.
Volvió a ocurrir, por supuesto. Todos saben que la organización no es el fuerte de Brasil, donde dejar todo para el último es tan natural como la samba y la bebida de guaraná.

El agrio 2014

Tras varios meses de insinuaciones de que los cronogramas de construcción de estadios estaban atrasados y que las obras complementarias se veían deficientes, Blatter estalló en enero de este año con esta tremenda frase: “Es la primera vez en la historia que un país tiene siete años para organizar un Mundial y hay retrasos”. Luego matizó, con su habitual mueca de diplomático suizo: “Pero estoy seguro de que Brasil nos dará un gran Mundial”.

La sonrisa se le ha ido borrando conforme han llegado los reportes de las obras o, mejor dicho, de las calamidades. Las peores son los obreros muertos (ocho hasta ahora) en las edificaciones de estadios que han resultado demasiado costosos (3 605 millones de dólares, lo que supera en 7 448 veces lo que gasta Ecuador al año en el Bono de Desarrollo Humano).

Blatter atacó a Brasil tanto por los fallecidos como por el dinero en los escenarios. “Cuando se trabaja en un edificio de dos o más metros se debe tener la responsabilidad de asegurar a los trabajadores, ¡y no lo han hecho!”, se quejó Blatter, el arquitecto.

El costo  social también ha sido inédito en un Mundial. La Articulación Nacional para la Copa del Mundo, un ente que coordina a los ciudadanos organizados contra los efectos negativos de la Copa y los Juegos Olímpicos del 2016 en todo del país, contabilizó que al menos 250 000 personas fueron desalojadas de sus hogares por las obras deportivas.

En São Paulo, donde solo hay 282 policías por 100 000 habitantes (la ONU sugiere 303), las protestas aumentan su virulencia, al punto que se incendió una planta de Hyundai, patrocinador del Mundial, lo cual generó alarma en Blatter, quien criticó la falta de seguridad.

Valcke también aumentó su nivel de señalamientos negativos, sobre todo en lo referente a la infraestructura, seguridad y logística. Valcke es odiado por los brasileños, tanto que el dirigente aseguró que después volverá al país como turista pero con peluca y barba, para que no lo reconozcan.
El Secretario se ha dedicado a indicar todos los problemas que encuentra a su paso, los graderíos sin bancas, la frágil tecnología en cuanto a telecomunicaciones, el caos en los vuelos y los aeropuertos, el precio descontrolado de los hoteles, el peligro de que no todas las ciudades alberguen los ‘fan fest’ y otros detallitos. Salió tan decepcionado del partido de ensayo en el estadio del Corinthians, que ordenó para hoy un nuevo cotejo.

Por todo esto, la presidenta Rousseff expresó en mayo, en una reunión privada con la prensa, que estaba “harta” de la FIFA y sobre todo de Blatter y de Valcke, sus ‘buleadores’ estrella, y pidió a los periodistas que los sacaran “de sus espaldas”.

Por fortuna, ya mismo empieza el Mundial y en un mes de torneo todo habrá terminado. Rousseff y su equipo mundialista podrá sentarse, quitarse los zapatos y descansar de este ‘bullying’ que le han hecho. Pero la pausa no durará mucho.

John Coates, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, declaró que los prepa­rativos de Río de Janeiro para los Juegos del 2016 son los peores que ha visto en su carrera. El ‘bullying’ seguirá.

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