lunes, 6 de enero de 2014

GUERRA MUNDIAL DE MARCAS DEPORTIVAS EN BRASIL 2014

¿Con qué sueña Adidas?
Con Messi levantando la Copa, y antes haciendo lo que se le ocurra con la brazuca y sus botines flúo. Y si esto es demasiado y no se puede cumplir, que Xavi o Lahm se queden con el trofeo.
¿Con qué sueña Nike?
Con que sea Thiago Silva quien levante la Copa, y que antes Neymar llene el planeta de fantasías. ¿Demasiado? Entonces que Cristiano Ronaldo y Franck Ribery extiendan sus luminosos 2013. O que Holanda sea campeón del mundo de una vez. O que Inglaterra haga por fin un gran Mundial.
Sueñan las grandes marcas. Pero antes invierten. Gastan. Planifican. Juegan a esta guerra Mundial que en Brasil 2014 tendrá su escenario ideal, único, expansivo. El marketing deportivo hace cuentas recordando que las últimas dos finales fueron vistas por 700 millones de personas en todo el mundo, que la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 superó los 900 millones y que allí se abrió decididamente la puerta al universo digital con 150 millones de tuits en los 17 días de competencia. Esta vez, la fiesta se prolongará por 32 jornadas. Imposible hacer un cálculo preciso, pero nunca puede ser pesimista.
En esta historia, entonces, la pipa no es de la paz. Y aunque la palabra guerra suene exagerada, hay tanto en juego que ... La pipa, se sabe, es Nike. La política agresiva de la marca norteamericana ha logrado moverle el piso a su máximo competidor, alemán, histórico, orgulloso exponente de tres tiras. Adidas tiene una larga relación con la Copa del Mundo y con la FIFA. Más allá de los vaivenes de las camisetas conserva la pelota, la vestimenta de los árbitros y la pertenencia: forma parte del grupo de los cinco auspiciantes que la FIFA denomina socios (Coca Cola, Hyundai-Kio Motors, Emirates, Sony y Visa). Esto es estática en los estadios, nada menos. El resto va a la pelea.
Y allí es donde Nike, justamente, pelea. En Sudáfrica 2010 la ecuación era: 12 selecciones vestidas por Adidas, 9 por Nike, 6 eran para Puma y apenas 5 para repartir en marcas “menores”. Rumbo a Brasil 2014, Nike pegó un salto que lo ubica en la punta: tiene 10 equipos, contra 8 de Adidas y 8 de Puma. “Afuera” quedan apenas 6 selecciones que recuerrieron a otras marcas.
La apuesta de Nike es sin dudas Brasil y Neymar, pero el golpe lo dio sumando a Francia y a Inglaterra a su escudería. Francia vestía las tres tiras desde 1972 y se mudó hasta mitad de 2018 por casi 300 millones de dólares, a razón de 57 por año, cifra que triplica lo que ganaba antes. Inglaterra colgó en el armario de los recuerdos la camiseta Umbro tras 59 años de fidelidad, por 20 millones de libras anuales hasta 2018. Un detalle de negocios: antes, Nike compró Umbro y el pase se hizo solo, automáticamente.
Es cierto que Adidas redujo la cantidad pero confía en la calidad. España (55 millones de dólares anuales), Alemania (75 millones) y Argentina (después del 2010 renovó hasta 2022 por 227 millones) son suyos. Y confía, sobre todo, en Lionel Messi. En el Mundial lo tendrá completo, no como en el Barcelona, donde las maravillas las hace con botines alemanes pero con la pipa en el pecho. Hay que recordar que Leo fue hombre Nike hasta enero de 2006, cuando recibió una oferta superior de Adidas y decidió cambiar de equipo, lo que desenvocó en un proceso judicial que absolvió al jugador. Según dicen, hoy cobra 5 millones de dólares por temporada.
Algo incomoda a todos los bandos por igual. El ejemplo lo podemos encontrar en la final del último Mundial: el clásico lo ganó España (Adidas), 1-0 a Holanda (Nike), con gol de Iniesta, quien pateó al arco con sus botines Nike, una desprolijidad posible, un riesgo calculado. Molestan las mezclas. Camiseta de una marca, botines de otra. El contrato con la federación de cada país contra el arreglo personal con las estrellas. En Barcelona, Iniesta es Nike de punta a punta, pero con España viste Adidas hasta que cambia de marca a la altura de los pies. Radamel Falcao y Sergio Agüero son Adidas de las medias para arriba y Puma para patear al arco.
Hay más casos donde la guerra se aleja del eufemismo. El alemán Mesut Ozil, actual volante del Arsenal, tenía contrato con Nike hasta diciembre de 2012 pero el zurdo se apuró en ponerse unos botines Adidas cuando aún regía una chance de renovación según lo firmado. El entredicho llegó a tribunales pero Ozil se dio el gusto y cambió de zapatos. Los alemanes habían tomado nota de un dato interesante: sus 10 millones de seguidores en Facebook. Mario Götze, compañero de selección, pasó el año pasado del Borussia Dortmund al Bayern Munich, el equipo más Adidas del mundo. El mediocampista cometió la imprudencia de ir a su presentación en el club con una remera Nike. Casi lo matan. En fin, delicias de la guerra mundial de marcas.

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