Google mantiene contentos a sus empleados con piletas, bowling y una delirante cancha de golf, mientras que Facebook les construye a los suyos un parque de 4 hectáreas en el techo en el cual, wifi mediante, pueden trabajar bajo el sol de California. Ahora Amazon se suma al grupo de sedes novedosas, tal vez con la esperanza de evitar nuevas huelgas, y diseña su nueva oficina como un gigantesco invernadero.
Formado por tres esferas de vidrio interconectadas, el complejo, que tiene 30 metros de altura, estará enclavado en un ondulante paisaje cubierto de hierba en el centro de Seattle y proporcionará a 1.800 empleados un espacio de trabajo flexible en un entorno arbolado.
“La idea es que un entorno rico en plantas tiene muchas características positivas que no se encuentran con frecuencia en una oficina clásica”, dicen sus arquitectos, NBBJ, una megafirma global que ha construido sedes para Reebok y Boeing y que en la actualidad trabaja en una nueva sede de Samsung en Silicon Valley. “Si bien en el plano visual la forma del edificio recordará un invernadero o un conservatorio, el material vegetal se seleccionará por su capacidad de coexistir en un microclima que también sea adecuado para la gente.”
Los bocetos enviados al departamento de Planeamiento –que la semana pasada aprobó el proyecto por unanimidad- presentan cuatro pisos de espacio abierto de oficinas salpicado de árboles y atravesado por centros de circulación que parecen gotear una suerte de limo verde. Podría ser una escena de “Soy leyenda”, una visión postapocalíptica en la cual la naturaleza por fin se ha vengado de la industria tecnológica.
El grupo de esferas de vidrio está ubicado entre altas torres de vidrio, a la manera de extraños hongos que se alzan en el suelo del bosque. La pequeña utopía esférica está concebida como el “corazón social” de un vasto mundo de Amazon que abarca 307.000 metros cuadrados en tres manzanas de la ciudad, donde tres torres de oficinas de treinta y ocho pisos cada una albergarán a aquellos empleados que prefieran alfombras y cielorrasos suspendidos en lugar de un campamento en la selva. En lo que respecta a superficie total, es uno de los mayores proyectos de la historia de la ciudad.
Amazon señala que su intención “es crear un barrio más que un campus universitario” a los efectos de reflejar la “cultura comunitaria” de la compañía. El trío de cúpulas, por lo tanto, tendrá en cada extremo espacios comerciales accesibles al público. También habrá un “parque para perros sueltos” que se sumará a la sofisticación selvática del proyecto.
Las biosferas reemplazan un proyecto anterior –también aprobado-, consistente en un bloque cúbico revestido de un código de barras dorado de aire pseudomoderno que podría haber salido de un centro comercial de los suburbios. Su reemplazo por el nuevo proyecto es una vuelta de tuerca bizarra. ¿De pronto el fundador de Amazon, Jeff Bezos, propietario de una compañía de vuelos espaciales y ahora comandante de un ejército de drones, se dio cuenta de que necesitaba algo más futurista que se adecuara a su imperio de ciencia ficción?
De ser así, las cúpulas invernaderos son una alternativa extraña. Bien podrían contener “una variedad de zonas ecológicas” y llevar la idea de la década de 1950 del Burolandschaft (paisaje de oficina) a un nuevo plano, pero ya parecen de un peculiar anacronismo, sobre todo para una organización que algunos califican de “sin duda la compañía más fascinante del planeta.” Si las esferas de Bezos constituyen una concepción del futuro, se trata de una visión circa 1967, el año en que Bucky Fuller construyó su biosfera geodésica en Montreal, y una era a la que también pertenece su sueño al estilo de Los Supersónicos de un ejército de robots de reparto.
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