miércoles, 25 de septiembre de 2013

61 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL MEJOR SUPERMAN




CIUDAD DE MÉXICO, 25 de septiembre.- Desde su nacimiento, el 25 de septiembre de 1952, a su última película como el Hombre de Acero en 1987, Christopher Reeve siempre fue el más rápido, el más alto, el más fuerte, el más guapo (para algunas) y el más carismático Superman del cine.
Pero, el 27 de mayo de 1995, un accidente ecuestre convertiría al actor encasillado en superhéroe en toda una leyenda viviente y ejemplo de superación, al quedar tetrapléjico y atado de por vida a una silla de ruedas, hasta su muerte, el 10 de octubre de 2004 a los 52 años de edad.
Deportista nato, excelente nadador, aficionado al hockey sobre hielo y la equitación y piloto licenciado, su apostura física, con 1,93 metros de estatura, y una apariencia de chico ñoño, cuyos rasgos se parecían asombrosamente al héroe del cómic, le valieron el papel de Clark Kent en Superman (1978), dirigida Richard Donner, una costosa superproducción que contó con un reparto tan brillante (Marlon Brando, Susannah York, Glenn Ford, Terence Stamp, Trevor Howard) como opaca fue su calidad, algo que no incidió en absoluto en detrimento del filme, a juzgar por su impresionante éxito comercial.
Reeve, que cobró 250 mil dólares por ese primer trabajo protagonista (nada comparados con los 14 millones que percibió Brando por su breve papel secundario, pero una fortuna para él), los empleó en una nueva casa que ocupó con su esposa, la agente de modelos británica Gae Exton, madre de sus dos primeros hijos, Matthew (1979) y Alexandra (1982).
Una de las herencias de la era Reagan que gozan de mejor salud son las sagas hollywoodenses, pues durante su administración fue cuando las pantallas de todo el mundo se poblaron de superhéroes fílmicos por entregas (RockyMad Max,Rambo Robocop, entre muchos más), y Superman no sería la excepción. Ni siquiera dio tiempo a Reeve a proyectar su futuro como actor cuando ya estaba inmerso en Superman II (1980), cuya repercusión multiplicó la de la anterior, y esto generóSuperman III (1983), ambas de Richard Lester. Y el actor, que había aparecido en otras películas -Somewhere In Time (Pídele al tiempo que vuelva, de 1980), de Jeannot Szwarc; Deathtrap (La trampa de la muerte , de 1982), de Sidney Lumet; Monsignor(Monseñor, de 1983), de Frank Perry- asumiendo roles muy distintos, veía cómo, pese a ello, todo el mundo lo identificaba con el héroe del cómic.
Muchos de nuestros sueños parecen al principio imposibles, luego pueden parecer improbables, y luego, cuando nos comprometemos firmemente, se vuelven inevitables".

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