jueves, 29 de mayo de 2014

LA OTRA OPINIÓN, DECIDA USTED, ESTA DE ACUERDO O NO.


TOMADO DEL BLOG DE ANDRES CASTILLO

Hoy muchos de ustedes me han de putear, les dará vinagrera el leerme; otros me dirán: ¡que bruto póngale cero! Otros reflexionarán sobre mis dichos y a lo mejor tibiamente me darán la razón, otros guardarán con celo este artículo para sacármelo algún día que quiera ser medio importante para impulsar el escándalo y, otros, viéndome con ojos de cariño, simplemente dirán así mismo es ese orejón; pero, créanme, estoy firmemente convencido de que un hombre que en realidad se reconoce libre dice lo que piensa sin temor al linchamiento y es justamente lo que haré hoy.

10 de agosto de 1998: los tiempos bajo el cielo del Eclesiastés, las siete armonías del pueblo aymara, el llamado a la paz ante una enminente guerra con el Perú, “Creo en un país” de Jorge Enrique Adoum, todos estos parajes condensados en una pieza oratoria pronunciada por uno de los mejores oradores que he escuchado y que justamente aquel día dejaba de ser Alcalde de Quito para posesionarse como Presidente de la República.

Discurso esperanzador para los ecuatorianos, estábamos frente a un político sumamente carismático, joven, con fama de buen administrador, un gran alcalde de la capital, buen mozo para las chicas, acompañado de un partido sólido, ideológico, con mayoría en el Congreso Nacional, es decir: ha llegado “el que ha de venir”, decían.

¿Cómo estaba el Ecuador al que venía “el que ha de venir”? De eso casi nadie recuerda... Teníamos un país ad portas de una nueva guerra con el Perú, teníamos un sistema financiero devastado que en donde se metía el dedo salía pus, con un barril de petróleo que costando algo mas de 5 dólares no llegaba a 6, una inflación incontrolable, un pueblo sin confianza en el sistema bancario, una moneda que al principio de mes te permitía aspirar a algo y a fin de mes a aspirar a mucho menos, con un país dividido en dos partes casi iguales, puesto que la ventaja que obtuvo frente a su contrincante en la segunda vuelta fue tan estrecha que llevó a varios “preclaros” analistas políticos a hablar de fraude a favor de “el que ha de venir”.

El presidente “mecías” y salvador de esa patria erosionada gobernó con el aplauso general y vivas constantes hasta el final del año 1998, recuerdo que inclusive una tarde de diciembre de ese año, salió en hombros de la Plaza de Toros Quito acompañando a “El Juli” tras una tarde de toros aṕoteósica. Claro, ¿y como no iba a salir en hombros? Si a un poco más de dos meses de iniciado su gobierno alcanza la paz con el Perú y cierra definitivamente la frontera (proceso de paz que a muchos no les gustó, pero el 90% de la población se vio complacida con la firma de la paz), pero como dice mi estimado amigo Santiago Cevallos: “una de cal, volqueta de mierda” (perdonándome el francés) una vez firmada la paz con el Perú arranca la peor crisis económica que ha conocido el país, aquella del año 1999, aquella que la revista Vistazo la catalogó como la de “El Año Horrible”.

La crisis financiera produjo aproximadamente un 70% del cierre de las instituciones financieras del país. En noviembre de 1998, es decir pocos días después de la firma de la paz con el Perú y a los tres meses de haberse posesionado como presidente, Filanbanco, el principal banco del en la época, presenta problemas no solamente de liquidez sino de solvencia, lo cual implicaba la caída del banco y un potencial debacle general del sistema financiero, por lo que “el que ha de venir” y su gobierno decide iniciar un proceso de salvataje e intervenir el sistema. Esa decisión de Estado, no era un delito per se, pero le costó al Estado ecuatoriano algo así como 540 millones de dólares, a lo que debemos añadir 40 millones más en créditos entregados a los bancos de Préstamos, Tungurahua y Finagro, que para ese momento también estaban por caerse.

Esos fenómenos no solo minaron la imagen de “el que ha de venir”, sino también torpedearon el principal valor que se debe tener en un sistema financiero: la confianza. La gente entró en una especie de pánico y se motivó a retirar sus ahorros en sucres y cambiarlos a dólares, lo que tuvo graves repercusiones en el tipo de cambio, la depreciación del sucre y una fuga de capitales al exterior, lo que agravó la liquidez del sistema financiero. A esto le vino de yapa el incremento de la cartera vencida del sistema financiero, lo que dejó al sistema en una situación precaria.

Además, para matizar, los datos del Banco Central del Ecuador mencionaban que en 1999 la actividad económica fue -7 o -8% y el sucre perdía su valor por 195%. Las pérdidas económicas ascendieron a 8.000 millones de dólares. El desempleo aumentó de 9% al 17% y el subempleo aumentó de 49% al 55%. Fueron utilizados 1.6 mil millones dólares de los fondos del Estado en los bancos que finalmente quebraron. El medio circulante aumentó a una proporción anual de 170% para pagar a los depositantes de los bancos quebrados, y así entre otras delicias.

Todo este lío desencadenó que el 8 de marzo de 1999, se declarara el feriado bancario, como acto de Gobierno, como acto de Estado, en ejercicio de las facultades que tenía el Presidente de la República, no como un acto delincuencial como se quiere hacer aparecer hoy en día, y luego el congelamiento de depósitos en las cuentas con un saldo superior a 2 millones de sucres, pero a pesar de todas estas medidas, los bancos finalmente quebraron y el sistema terminó colapsando.

Ya a finales de 1999, “el que ha de venir” tenía una aceptación del 9%, convirtiéndose en “el que se ha de ir”. Finalmente, en enero de 2000 el gobierno decretó la dolarización a una paridad de 25.000 sucres por dólar, medida con la que quienes tenían ahorros en sucres, recuperaron sólo una quinta parte; mientras que los que tenían créditos con entidades financieras vieron reducida su deuda en una quinta parte.

A breves rasgos he tratado de detallar un tema que es bastante más complejo y difícil, pero mientras estos problemas en materia económica acababan con el gobierno, por otro lado, se tomaban medidas que hasta ahora permanecen y que han sido caballos de batalla para el gobierno de la Revolución. Voy a nombrar cuatro ejemplos al menos: La firma de la paz con el Perú le ha permitido al economista darse el lujo de reducir a nuestras fuerzas armadas en numero de hombres y en presupuesto. El bono de desarrollo humano, es el mismo que en la época de “el que se ha de encarcelar” fue creado y que ahora le ha servido al economista a ganar una tras otra las elecciones incrementando el valor que se entrega a los ciudadanos para tenerles contentitos. La dolarización le ha permitido al país mejorar su calidad de vida y salir de la pobreza, podemos tener el mismo sueldo al inicio que al final del año, nos endeudamos sin la incertidumbre de lo que pueda pasar luego y, sobre todo, permite al Ecuador tener una economía estable y libre de excesos como lamentablemente hoy vive Venezuela. La creación del parque nacional Yasuní, se dio en el gobierno de “el que se ha de extraditar” bajo la lógica de proteger la naturaleza, mantener la vida en nuestro planeta y ser amigables con el ambiente; ahora el economista lo quiere explotar, para salir de la pobreza y ser más soberanos. Soberanos que?

Voy a decir mi verdad: sí, es cierto, “El que ha de venir”, “El que se tenía que ir” y ahora “el que se ha de encarcelar” cometió errores y no pocos, pero me pregunto ¿qué otro camino quedaba? ¿Dejar que el sistema quiebre y que cada banquero se entienda con sus clientes? ¿Dejar que la inflación nos coma y vivamos como en Venezuela?¿Mandar a la silla eléctrica a los banqueros y que la gente se joda? Estoy convencido de que cualquier presidente debía actuar de manera similar cortando la mano para salvar el brazo.

Si tan malo fue ese ex gobernante ¿por qué seguimos disfrutando de sus medidas? ¿Por qué a nadie se le ocurre seguir guerreando con el Perú, por qué siguen cobrando sus bonos mes a mes , por qué a nadie se le ocurre tener otra moneda que no sea el dólar? Simplemente porque fueron medidas tomadas con porte de Estadista y no como novelero del momento. Mahuad sacrificó su carrera política, se suicidó políticamente y por dignidad jamás volvió a decir esta boca es mía. No ha hecho, como otros, apología de sus errores y se ha seguido mostrando como salvador de la patria, gobernó mal para unos, bien para pocos, inteligentemente para mi, pero nunca más volvió a mostrarse como opción y eso es un mérito. Si la cagó o no ya le ha juzgado la historia, lo preocupante es que 14 años más tarde el economista y sus panas pretendan levantar su popularidad venida a menos pateando en el suelo a alguien que no se acordará de ellos ni con el primer bostezo de la mañana y que en estricto sentido se equivocó pero jurídicamente no delinquió.

Hace tiempo le daba este mismo argumento a mi mamá y ella lo que atinó a decirme es: “Chuta hijito, harás el favor de no ir a decir eso en la calle, te han de linchar!”

No me pegarán... nos vemos el miércoles!

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