Por Jorge Barraza
(jbarraza@uolsinectis.com.ar)
Conmovedor y grandioso el Atlético de Madrid, mortífero y ultrasónico el
Real. Madrid
es hoy, con pleno derecho, la capital del mundo futbolístico. El
calendario parece haberse confabulado para dar asueto a posteriori de las
hazañas de ambos clubes, para que toda la capital esté de fiesta corrida. El 4-0
al Bayern en Munich fue un 'merengazo' excepcional que no lo esperaban ni
Bernabéu en el cielo ni Di Stefano en la Tierra. Y el 3-1 rojiblanco al Chelsea
(¡en Londres...!) tampoco estaría en los planes ni en los sueños de ninguno de
los héroes 'colchoneros' de la historia.
Hace tiempo estamos convencidos de que el fútbol
español es número uno del mundo actual. A todo nivel. Y que su Liga
es por lejos la más fuerte del mundo. Acaba de ratificarlo con la
contundencia de una maza, colocando a los dos finalistas de Champions, uno más brillante que el
otro en estas semifinales inolvidables. Imposible discutir tal liderazgo.
Este 3-1 sobre el Chelsea, que, guste o no, es un equipo de hierro, debe ser
seguramente uno de los mejores partidos de la historia del Atleti. Tuvo
todo lo que puede exigírsele a un equipo de fútbol: táctica, inteligencia,
coraje, marca, agresividad, talento, rebeldía, convicción, fortaleza, gol y
¡FÚTBOL...! En su prueba más difícil compuso su versión mejor. Tan notable faena
que hasta habrá dejado preocupados a sus vecinos del Madrid, hasta ayer
segurísimos de obtener la décima corona, hoy no tanto.Los casi 3.000 hinchas atleticanos que llevaron la ilusión y el aliento a Londres no olvidarán este partido ni dentro de cincuenta años. El equipo los representó como nunca, les hizo sentir un orgullo que les reventaba el pecho. Son esas jornadas únicas, gloriosas que el fútbol suele depararnos a los que amamos un club.
Cuando expiraba el primer tiempo, Simeone
y su tribu recibieron la peor noticia posible: gol del Chelsea
(encima, convertido por un ex, el Niño Torres). Comenzar perdiendo
frente a un equipo que defiende tan cerrada y graníticamente es muy
desilusionante, como para derrumbarse sobre el césped. Pero este Atlético es un
grupo de mohicanos que no respeta clisés ni abolengos, no se achica ante ninguna
situación ni rival. Se le fue encima al cuadro inglés y apenas dos minutos
después consiguió el empate, que le dio una moral más gigante todavía.
El segundo tiempo de los Cholo fue memorable por juego y por
decisión. Se dio cuenta que era más que el otro y fue a buscarlo, como el
boxeador que ve sentido al oponente. Y lo noqueó. El Chelsea quedó anonadado,
turbado, perdido, pero no vale invertir más de una línea en una crónica en que
todos los párrafos los mereció el vencedor.Extraordinario el arquero Courtois (salvo tres pelotas imposibles, una de ellas un cabezazo de Terry que no hay forma de explicar cómo no fue gol); fabuloso partido del lateral Juanfrán, de Godín y Miranda, de Koke y Tiago, de todos. Lejos, el mejor Atlético que hayamos visto en una vida de fútbol.
Pim, pam, pum... No hacen falta grandes ni sesudos análisis, la onomatopeya describe con perfección al Real Madrid. Significa tomar la pelota, hacer dos toques y adentro... Con esa, su fórmula de esperar atrás, salir rápido en contraataque y buscar el arco de manera directa, fulminante, el Real Madrid aplastó 4 a 0 al Bayern Munich de Pep Guardiola y, curiosamente, vengó la humillante derrota de hace un año -también en semifinales de Champions- de su acérrimo rival, el FC Barcelona. Con la misma escoba que utilizó el Bayern para barrer al Barça, el Madrid limpió al cuadro alemán.
El fútbol tiene maravillas como esta: el que el año pasado parecía el león de Baviera fue esta vez un mimoso gatito que seguramente querrá replantearse muchas cosas. A su vez, el confundido y ofuscado Madrid de Mourinho de la temporada anterior es un equipo que tiene clarísimo cómo llegar al objetivo: posee cuatro aviones adelante -Bale, Di María, Cristiano y Benzema-; y vuela. Y además es todo parece ser alegría, compañerismo. Lo expresó con acierto Ancelotti: “Si todos trabajan para el equipo y luego aparece la calidad individual, se da el partido perfecto”.
Solo se necesitaron diez minutos para ratificar la presunción de cómo sería el trámite: el Bayern tocando y tocando sin ninguna profundidad y el Madrid al acecho, ansioso por gatillar su contragolpe letal. Pero sorpresivamente fue de un tiro de esquina como se inauguró el marcador: Modric sirvió un centro estupendo y Sergio Ramos conectó el cabezazo más espectacular que llevamos visto en años. Un gesto técnico excepcional, que habría que pasarles a los chicos en los colegios; comparable al gol de Pelé a Italia en la final de México '70. Salto perfecto, ganador, con la cabeza ladeada hacia atrás para dar fuerza al golpe, precisión para impactar justo en el instante en que cuerpo y cuello toman mayor potencia de impulso y luego impecable y certero testazo que ni uno ni tres arqueros podrían parar. ¡Tremendo golazo! Así se va a buscar un centro, con esa actitud. Siempre decimos lo mismo: si no pegara tanto, si fuera menos chulo con los rivales, ¡qué jugador sería Sergio Ramos...!
Luego, lo imaginable: Bayern buscando sin saber por dónde entrar, el Madrid esperando tranquilo. Cuatro minutos más tarde, otro gran cabezazo del zaguero sevillano puso el 2-0, que derrumbó al Bayern Munich. Ya estaba obligado a marcar 4 goles. Y no tenía idea de cómo convertir uno. Fuera de Ramos, imposible destacar a un solo jugador del Madrid, fueron todos parejos, eficientes, fuertes física y anímicamente. Esto habla muy bien de su entrenador: cuando un general logra de su tropa tal compromiso espiritual, es su mérito; algo ha hecho muy bien. A diferencia de Mourinho, Ancelotti es un conciliador, un pacificador, armonizó el vestuario y aquí está el resultado.
Antes de que terminara el martirio alemán, Cristiano Ronaldo se anotó con dos goles que le dan el récord histórico de 16 goles en Champions. El primero, gracias a un gran contraataque Di María-Benzema-Bale-Cristiano, en el que no estuvo feliz el excelente arquero Neuer. Y el último, un delicioso tiro libre en el que el portugués tendió la misma trampa que Messi en la Eliminatoria frente a Uruguay: todos los de la barrera saltaron pensando que iba al ángulo alto y Cristiano la mandó de rastrón, suave, al palo opuesto de Neuer.
Por 24 horas, la rotunda victoria situó al cuadro blanco en la condición de gran favorito a ganar su décima Copa de Europa. Llega en estado de gracia, está en matador. Pero luego vimos lo que vimos del Atlético y aquel favoritismo se redujo. Han sido semifinales históricas, la final promete lo mismo.
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